martes, 5 de junio de 2012

El momento en que la marea rompió contra la orilla

Por vez primera me dice el romanticón animador de este blog de qué iban a tratar sus mariguanadas, así que como admirador que soy del séptimo arte (y como se ve, de las frases mamucas) recuerdo a otro movimiento juvenil, según nuestro patrocinador (ojalá), más chido.

Hunter S. Thompson creó al Gonzoperiodismo (o periodismo hasta la puta madre). Él es aquel curioso pelón de cigarrillo y sombrero de Bartolo que escribió ese manual de malas costumbres y de lecciones para freaks que es Fear & loathing in Las Vegas.

Thompson (mejor conocido entre los cuates como Raoul Duke) y su amigo Oscar Zeta Acosta (Dr. Gonzo para sus camaradas en el deporte de consumir drogas que se sacan del cerebro vivo de seres humanos) pasan por una orgia de destrucción en los hoteles de Las Vegas. En medio de este viaje Duke reflexiona sobre los años que han pasado. Están en el 71 y los sesenta acaban de pasar.


File:Duke and gonzo.png
Nuestro amigo Duke se suicidó hace siete años. Seguía usando esos lentes que después Spud le piratearía. El Dr. Gonzo desapareció en México (nuestro país, ¡ponganse de pie!) en 1974, después de ser uno de los más importantes abogados del movimiento chicano. Era obvio que no encontrarían su cadaver: era "demasiado extraño para estar vivo y demasiado raro para morir". Ahí a la derechita pueden ver sus jetas para que digan si los de la película les hacen el favor.

En vez de aventarme más de mis choros mareadores, dejo aquí parte del discurso más memorable del carnal Duke, cuando descansa después de su cruce de éter con pastas y se da cuenta de cómo ha acabado la beautiful people.Además, la parte final de ese monólogo (que el buen Thompson consideraba lo mejor que había escrito) en voz de ese pendejo de Johnny Depp, el actor que más que saber actuar sabe escoger buenos papeles. Por cierto, le queda bien estar calvo.



Strange memories on this nervous night in Las Vegas. Five years later? Six? It seems like a lifetime —the kind of peak that never comes again. 

San Francisco in the middle sixties was a very special time and place to be a part of. But no explanation, no mix of words or music or memories can touch that sense of knowing that you were there and alive in that corner of time and the world. Whatever it meant.… 

There was madness in any direction, at any hour. You could strike sparks anywhere. There was a fantastic universal sense that whatever we were doing was right, that we were winning...

And that, I think, was the handle—that sense of inevitable victory over the forces of Old and Evil. Not in any mean or military sense; we didn’t need that. Our energy would simply prevail.  We had all the momentum; we were riding the crest of a high and beautiful wave...

So now, less than five years later, you can go up on a steep hill in Las Vegas and look West, and with the right kind of eyes you can almost see the high-water mark—that place where the wave finally broke and rolled back.


Extraños recuerdos en esta nerviosa noche en Las Vegas. ¿Cinco años después? ¿Seís? Parece toda una vida —el tipo de clímax que nunca regresa.

San Francisco en la mitad de los sesenta fue un lugar especial para ser parte de algo. Pero ninguna explicación ni palabras o música o memorias pueden acercarte al sentido que tuvo que estuviste ahí, vivo en esa esquina del tiempo y del mundo. Signifique lo que signifique todo eso...

Había locura en cualquier dirección, a cada hora. Podías ver chispas en todo lugar. Había un sentido fantástico y universal de que lo que hacíamos estaba bien, de que estábamos ganando...

Y eso, creo fue lo crucial —ese sentido de la victoria inevitable sobre las fuerzas de lo Antiguo y del Mal. No en un sentido ruin o militar; no necesitábamos eso. Nuestra energía simplemente prevalecería. Era nuestro momento; eramos la parte más alta de una enorma y hermosa ola...

Pero ahora, menos de cinco años después, puedes subir una de las colinas en Las Vegas y mirar para el Oeste, y con la mirada apropiada casi puedes ver la marca de la marea alta —ese lugar en donde la ola finalmente se rompió y empezó a retroceder.


Aburrr, diría el Pirrurris.



Oberon

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