miércoles, 3 de junio de 2015





Cosas malas que parecen buenas…[1]



Cuando desde algún lado del descontento alguien dijo que votar no servía de nada, hubo que mostrar su verdadero rostro. Señalar que era (y es  y será) un aliado del sistema que nos oprime y no nos permite evolucionar. Como todos sabemos (aunque a veces se nos olvida), si no votamos, ese voto va indirectamente o muy directamente a los señores malos del poder. Anular el voto alimenta al grande, pues en nuestra parodia de democracia, el grande se come al chico y sólo cuentan los votos emitidos. En este país el nuestro, o votas o votas. Y la única manera de un verdadero cambio es si votamos por el bueno.

Cuando desde las montañas del sureste, algún otro dijo que votasen o no votasen daba lo mismo, que había que organizarse, hubo que quitarle, la máscara, antifaz o calcetín para mostrar su verdadero rostro. A nadie le queda duda ya (aunque parezca que sí, no; y si sí, pues nomás no) que esos payasos nada más se presentan cada que hay elecciones para descreditar a los buenos. Porque ellos están aliados a los malos malos malotototes. No hay que hacerle caso a esos que parecen buenos pero son malos. La única manera de un cambio verdadero es si votamos por el bueno, bueno.

Cuando desde más al sur vino una señora —que nació indígena, que habla una lengua indígena, que parece indígena, pero que sin lugar a dudas, no es indígena (o los traicionó, o se vendió; o vendió la memoria de sus muertos)— a decir que votásemos, hubo que mostrar ya lo que es y que no era. Porque decir que alguien vote es decir que vote por los malos. Y ya que los malos son todos, hasta los que eran buenos; y ya que los que eran buenos buenos, también resultaron ser de los malos que son (o eran o nunca fueron) buenos; entonces hay que mentarle la madre a esa señora porque (parece) que se aloja en un buen hotel y que, como todos sabemos (y si no, aquí estamos para recordarles), decir que voten es decir que el señor de copete es un mártir de la democracia. Y decir que voten es obligarnos a votar por los que son buenos-malos. Y la única manera de un cambio verdadero es si votamos por el bueno, bueno, bueno.

Pero si luego llegan unos señores a quemar las urnas donde se iba a votar por el bueno, bueno, bueno, pero nunca por el bueno ni por el bueno, bueno (y cuantimenos por el malo bueno), entonces ellos no están obligando a nadie a no votar porque si lo vemos bien, cuando los meros buenos no dejan votar, no están ejerciendo fuerza ni coacción ni ninguna de esas palabras, sino que sólo externan el parecer popular. O sea que la única manera de lograr un cambio verdadero es si dejamos que los buenos, buenos, buenos, los meros buenos, decidan que no votemos o votemos o lo que sea, siempre que sea por un sentimiento bien popular (que nunca entenderemos porque no somos pueblo popular). Así o hasta que esto diga FIN y ahora sí el pueblo entienda lo que le conviene.

O así. O al revés. O como sea.



[1]Para leerse con la inmortal melodía (que en mis rumbos reviven cada domingo de tianguis) de: https://www.youtube.com/watch?v=GWXY7GdlL6U


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