lunes, 22 de abril de 2019


 ¿Cómo medir el éxito?

César A. Cajero 

Cada ciertos días llega a mi celular un mensaje donde me avisan que más de veinte mil personas han leído en internet mis opiniones de sitios para visitar. Ello, parece ser, me hace una persona popular. Bravo.

Eso del éxito y la popularidad es un asunto muy extraño que no acabo de entender del todo.

Hablando de lo estrictamente numérico —las cuestiones del sentido de tales términos me rebasan—, parece ser que, en el caso de las películas, lo que vale para considerarlas un éxito es la marmaja que se clavan los productores. Las tres películas que se coronan como las más populares de la historia son Avatar, Titanic y Estar Güars VII. Admito haber visto las dos primeras, pero mi alzheimer me oculta la tercera. En lo que va del año, la más vista ha sido algo llamado Capitana Marvel, que parece ser de un superhéroe cuyo nombre no me remite a nada. Nada más esta última juntó más de mil millones de dólares. A eso hay que quitarle los impuestos y lo que se gastó en producción, claro. No tengo idea de eso a cuántas personas que vieron la película equivalga. Mucho menos a cuántas les gustó.

En el caso de la música antes se medía por la cantidad de discos vendidos y por las semanas en la radio, pero ahora parece que es a través del número de descargas de una canción en algo que se llama i-tunes. Thriller, de Michael Jackson ha vendido como sesenta y cinco millones de copias; en esta semana una canción de Madonna y un señor que se llama Maluma se ha descargado, según dicen sus publicistas, putamadral de veces. En México, la canción más popular fue una que se llama “Tu postura” de una Banda MS que temo desconocer.

El disco del white negro sí lo tengo.

También en el floreciente negocio de los videojuegos se mide la popularidad por el número de copias vendidas. Los números oscilan los más de cien millones con el Tetris, Minecraft y Grand theft auto. Nada más jugué el primero.

Yendo a la literatura —o a lo que llaman así—, hay algo que se llaman best sellers. Normalmente en este rubro entran libros que llevan más de cincuenta años de publicados. Así, El señor de los anillos, El Principito y El Hobbit, son muy vendidos (y supongo que leídos). Igual que en el terreno de los videojuegos, rondan los cien millones de copias. Claro que se tardaron más tiempo en venderse.

Los que no se tardaron tanto son el tal Harry Potter (en todos sus volúmenes), el Código da Vinci y, una sorpresa para mí, Vardi Wala Gunda, una novela detectivesca en hindi de la que no he escuchado nada. Por ahí también anda Coelho con El alquimista.

Todas novelas, claro. He leído El Principito, y vi dos películas del mago alfarero. La obra de Saint Exupery me gusta mucho, y las películas me divirtieron, sí. Como soy lector de biblioteca no leí los otros. No me enorgullezco, pero ni modo.

No investigué sobre el cuento ni el ensayo. Leo, sin embargo, que son muy populares (entiéndase vendidos) los libros de poesía para niños. Dr. Seuss en Estados Unidos y Antonio Rubio Herrero en México lideran las listas con quién sabe cuántas ventas. Parece ser que la poesía que sirve como autoayuda también es muy popular. Un tal Humble the Poet[1] con Unlearn: 101 Simple Truths for a Better Life (en las listas en inglés) y otro señor que se llama Defreds con Sempiterno son populares.

No encontré poemas de ninguno de los dos, fuera de algunas imágenes de la obra de Defreds, pero sí leo de él una declaración donde dice: “Lo que yo escribo no es poesía. Son simplemente vivencias que me pasan a mí y al mundo cercano”. Estoy de acuerdo en lo primero.

Del otro sólo sé que es rapero, que en su página lo primero que hace es vender su libro, que hay muchas ligas para ver sus videos y que hace spoken poetry, sea lo que sea eso.

Al Dr. Seuss sí lo conocía.

Otra que se conoce más por sus videos y por haber haber ganado poetry slams eso sí sé qué es es Alejandra Martínez de Miguel[2]. Báilatelo sola es todo un éxito.

En las listas de ventas de México se encuentra como el libro de poesía (sic) más vendido, El laberinto de la soledad. Asimismo, aparece un tal Chris Pueyo[3]. Me entero que el susodicho es un youtuber también sé qué es eso y que estudia en la Complutense.

En todos los sitios consultados, tanto en inglés como en español, aparece una chica llamada Rupi Kaur con Milk and honey. Parece que nació en la India y vive en Canadá.

Entre los poetas mexicanos que no sean youtubers, hagan spoken poetry o participen en poetry slams, no sé cómo sea la cosa, pero en cuestión de éxito y popularidad, me acuerdo que la primera edición de Libertad bajo palabra tardó quince años en agotar sus mil ejemplares, subvencionados al parecer por Alfonso Reyes. También me pregunto si ya se habrá agotado la edición de las obras completas de Marco Antonio Montes de Oca que siempre está en los remates del Fondo de cultura económica.

Algunas veces he leído algunos versos en público. No sé si eso me hace ser parte de la escena de los poetry slams. Si es así, hasta ahora no me he enterado.

Lo que sí sé es que la idea de éxito en esos eventos es muy distinta a la de los discos, las películas o las meras novelas y videojuegos (como dije, en las listas de poesía, no hay números disponibles). En una ocasión, en Garibaldi, además de los mariachis, los lectores y acompañantes —unas siete personas—, había la gran cantidad de entre tres y seis espectadores. Unos llegaban, otros se iban, agarraban sombra y asiento; algunos pepenaban del lonch que felizmente nos dio la Secretaría de cultura. Apuesto que varios estaban para ver a los mariachis que tocaban (en serio) un poquito atrás.

Como sea, según me enteré después, el evento citado fue un éxito que llevó cultura a la sociedad.

Así pues, siempre que en un evento de este tipo veo a más de cinco personas y menos de la mitad de estas se está durmiendo, lo considero un éxito colosal, aunque a decir verdad eso no me importa mucho.

Así son las cosas en esto de la popularidad.






[1] Puede verse un video con su poesía aquí: https://www.youtube.com/watch?v=gebhSqsG_4E


[2] Aquí puede verse la bienvenida que les dio a los estudiantes de la Universidad complutense: https://www.youtube.com/watch?v=yD70XzOnwt0


[3] Aquí hay algo de lo que hace: https://www.youtube.com/watch?v=_j0vE7CCVUo

lunes, 8 de abril de 2019



PROPÓSITOS DE UNA BUENA CARCAJADA

César A. Cajero Sánchez



Hace un par de semanas apliqué un examen a mis alumnos de bachillerato. Entre sus muchas gracias, hubo una que me hizo reír mucho, pues me recordó un gag de Mr. Bean donde el personaje nunca se da cuenta de que había otra hoja de preguntas para su evaluación.

¿En qué consiste el placer que sentimos con la comedia?

Que la comedia debe ser tomada en serio es, dicen diciendo, un lugar común que a veces se repite, pero que, paradójicamente, pocas ocasiones se toma en ídem.

Así como así, lo primero que hay que hacer es repetir en coro y como niños de silabario que hay distintos tipos de comedia, que, aunque no son lo mismo los gags físicos, los sarcasmos, los juegos de palabras, los albures o los monólogos, la mayoría de ellos parten del mismo origen: buscan provocar la risa a partir de una situación que se ve como ridícula o absurda. Nos reímos de las cosas que consideramos chuscas, para decirlo en buen cristiano.

Ya que partimos de ahí, se pueden distinguir básicamente dos tipos de cómicos: aquellos que representan aquellas cosas que consideramos ridículas y aquellos que las señalan. Nos reímos de los primeros de ellos y nos reímos con los segundos. Unos son los bufones y otros son los comediantes. Mientras las obras cómicas de Shakespeare suelen tener muchos bufones, los artículos de Ibargüengoitia suelen recurrir a la ironía de los comediantes. Ambos me hacen cagarme de la risa.

Hay también la comedia que es directa, que nos señala explícitamente lo que es gracioso —por ejemplo, casi todo chiste verde— y otra cuyo juego es más sutil y que hay que saber captar. Es el caso de la ironía y el sarcasmo. En ambos casos, sin embargo, hay un juego hermenéutico que se pone en juego. Incluso la comedia de gags físicos debe de ser reinterpretada. Juega con el límite de los sentidos y los rompe. Así, reírnos de una caída aparatosa puede censurarse en la vida social, pero el bufón suspende esas reglas.

En el caso del sarcasmo, el humor negro y la ironía, además se juega con el sentido. La ironía dice lo contrario de lo que quiso decir y con eso logra un efecto cómico. Juega con el sentido semántico y la ideología social como el juego de palabras lo hace con el sentido y lo fonético.

A pesar de que existen distintos códigos con que los comediantes hacen posible la suspensión de las reglas sociales, hay personas que no son capaces o simplemente no quieren reconocerlos. recientemente me enteré de una serie de falsos anuncios en la Facultad de Psicología de la UNAM que causaron escándalo en la comunidad de activistas y personas preocupadas. Irónicamente la ironía se le volteó al ironista —cuya posición respecto al problema social que ridiculizaba era a fin de cuentas la misma de quienes lo linchaban—. Y es que no todos son capaces de entender el tono de voz empleado, la exageración o el simple contexto. He ahí una buena vacuna contra el humor.

En general la solemnidad es enemiga de la literatura. Ama el lenguaje claro, directo, abierto y sin vacilaciones. Lo que, por supuesto, no se lleva con un arte que se dedica a jugar con las palabras, los mensajes, la comunicación.  A darle vuelta a los significados habituales, pues.

Sin embargo, l@s señor@s solemnes y obtus@s (como hoy se estila escribir) suelen alterarse en especial con las comedias. Y es que, pues sí, aunque sea lugar común, la comedia es algo serio. A diferencia de las obras trágicas o de la poesía lírica, la sátira y las obras humorísticas no son una celebración de la existencia ni una alusión a las emociones. Mientras otras partes de la literatura expresan un sentido individual, la ridiculización que hace la comedia es una crítica a todo aquello que considera ridiculizable y reprobable. Y, como toda crítica, tiene un sentido social.

Sófocles se burlaba de aquellos que consideraba los males de su sociedad; Moliere presentaba aquello que consideraba reprobable en una sociedad justa y humana. Cuando vemos a un bufón representar su papel nos reímos de su ridículo: no queremos ser como él, muestra la torpeza que debemos evitar. No se propone como modelo, sino como ejemplo a evitar. Nadie quiere ser comparado con el Vitor ni con Kiko, ser el hazmerreír de la cuadra. El comediante que ironiza sobre un asunto, una vez captado el sentido, está dando una advertencia a través de una crítica social.

Cuando en el mundo los personajes de la comedia se vuelven héroes trágicos es porque aquel ha dado un vuelco y son las palabras del loco y del bufón las únicas que parecen tener sentido ya: el Licenciado Vidriera, el Quijote, Yorick y Falstaff.

La seriedad de la comedia no estriba en tocar los temas insondables de la vida humana, como lo hace la tragedia, sino en referirse críticamente sobre la existencia social.

El inquisidor puede soportar al resto de la literatura porque toca aspectos en los que difícilmente puede meterse (aunque al Gran hermano hasta en a quién le enseña uno el calzón se inmiscuye), pero le aterra la posibilidad de que alguien quiera interferir en aquello que considera su solemne terreno exclusivo. Sentido del humor y autismos aparte, lo que se le reprochan a la comedia los inquisidores es el ver sus más preclaras convicciones desacreditadas. Y cuando esa crítica está bien escrita: cuando hace al espectador reír, entonces definitivamente no pueden soportarse.

Los jueces son de esas personas a las que no les gusta perder y que, cuando escuchan alguna risa, reparten madrazos.

Porque la risa es una crítica a todo modelo de orden, no se detiene ante ninguna idea ni ante ningún altar. La comedia es seria porque destruye la solemnidad y muestra la ridiculez de una parte de la vida humana. La irremediable caricatura que es la vida del ciudadano.

Sobre la forma en la literatura  César A. Cajero Podemos definir en este momento y provisionalmente a la literatura como aquella...