jueves, 28 de septiembre de 2017

Están entre nosotros

Están entre nosotros

César Alain Cajero Sánchez

Aparecen siempre en tiempos aciagos, nadie sabe de dónde salen ni a dónde van; nadie sabe por qué hacen lo que hacen. Nadie los ha visto, pero todos hemos contemplado sus acciones.

En estos fatídicos días sus rastros son conocidos por todos; los conocemos por lo que dejan detrás.

Por un lado, están los más inofensivos y aquellos cuyas huellas son fáciles de identificar. Se cuentan en esta abundante y múltiple variedad aquellos que auguran males peores por venir: quienes se dicen amparados por la ciencia junto a aquellos que aseguran que todo es un pago por nuestros pecados. Unos juran en nombre de institutos extranjeros; estos otros por libros sagrados; otros por la verdad que algunos pretenden ocultar y aquellos de al fondo a la derecha, por la conjuración de los soles y los planetas. Ni unos ni otros pueden ubicar exactamente dónde ni cómo interpretaron o recibieron dicha información, pero todos repiten que el fin está cerca y es (casi siempre) causado por la necia humanidad… o por aquellos que la gobiernan. Aunque pocas veces se exhiben, no es por voluntad propia, sino porque suelen vivir en las sombras y en la periferia del mundo. No es extraño, pues, toparse a alguno por aquí y por allá.

De tener tiempo y ganas, uno podría buscar el origen de las huellas de estos mesiánicos personajes, pero pocas veces vale la pena. Son tan abundantes como variados y siempre que se da con uno de ellos, es imposible sacarlo de aquello en lo que se ha metido.

También es fácil tropezar con quienes dan direcciones equivocadas o datos triviales con errores. Sin embargo, estos no pueden ser clasificados enteramente como uno de aquellos seres (o instituciones, o lo que sean) que nos ocupan. Se trata más de una singular, pero no extraordinaria, metamorfosis que, en condiciones de apuro como aquella que se vive actualmente, sufre en algún momento cualquier individuo, y con él, la información que pretende transmitir. Asunto de códigos, emisores, receptores y mensaje, dicen los lingüistas.

Mucho más nocivos, pero de motivaciones transparentes son los clásicos charlatanes que llaman a “contribuir” cuando lo que buscan es su propio beneficio. Están los clásicos cacos, desde los de playera de rayitas y antifaz, hasta los buitres profesionales que se sirven con la cuchara grande de las arcas del gobierno y de las contribuciones de la población. Sin embargo, también aparecen los que buscan beneficio político, ya sea el pequeño militante que difunde todo lo que esté a favor de lo que cree y en contra de lo que no cree; ya sea el profesional que entrega despensas en la televisión heroicamente y lanza mensajes a la nación.

Llegamos, empero, a la parte arcana de esto cuando nos preguntamos por quién es el primero que escribe y difunde aquel tipo de mensajes llenos de fantasía. ¿El mal gobierno?, ¿AMLO?, ¿los Iluminati?, ¿La Santísima trinidad (alabada sea) y las once mil vírgenes?, ¿El príncipe de este mundo?



No me refiero, por supuesto, a aquellos casos donde se trata de equívocos sobre datos pequeños (aunque importantes en situaciones como la actual) ni a los fraudes transparentes, sino a cuando se difunden, con publicaciones elaboradas, imágenes y toda la cosa, noticias que hablan de derrumbes, recates, muertos, incendios y avisos urgentes, todos ellos “comprobados”. En el caso de la mayoría de quienes lo difunden, no me cabe la menor duda de su identidad: personas ansiosas que confían en sus conocidos, quienes a su vez confían en sus conocidos, quienes a su vez…

Pero como no entrego mi confianza a ouroboros, tiendo a pensar que todo tiene un inicio, el cual es el natural comienzo de todas las cosas. Así, pues, imagino que un ser humano, sobrenatural, extraterrestre, animal o planta dotado de la facultad de conciencia o, en último caso, cualquier inteligencia conocida o no, tuvo que iniciar el chisme.

Y es entonces donde surge la duda: ¿quién es esa entidad que nunca es posible ubicar del todo? ¿Por qué ante la cantidad de mensajes de este tipo que aparecen en tiempos infaustos, no se duda de su autenticidad?

Luego están los mensajes y la información que no solo resulta falsa, sino que mueve y llega a toda la sociedad. En esta semana se dio un caso donde aparentemente quienes cedieron a la seducción de un dato falso no fueron únicamente las personas crédulas, bienintencionadas o indolentes que solemos asociar a la difusión de estas notas, sino medios de comunicación, instituciones civiles y estatales y, de hecho, toda la comunidad nacional. Mienten quienes dicen haber sido inmunes a sus poderes de atracción. Si bien no todos se interesaron en el mismo grado, pocos, por no decir nadie, pensó fuera de las bromas habituales que no hubiese un fondo de verdad en el caso de la tristemente famosa niña atrapada.

¿Fue Televisa (y las demás televisoras y medios, manque se quieran curar en salud); a quien ya se señala con justicia por su penosa difusión del caso?, ¿la Marina nacional por corroborar una y otra vez dicha información? La primera ganó por un par de días en la lotería del rating, la segunda… ¿qué ganaba al corroborar y generar información al respecto?

No me explico los motivos que llevaron a alguien a inventar este tipo de cosa. Pasa lo mismo en los mensajes y notas a los que anteriormente ya he aludido, pero en este caso, la cosa se voló la barda.

Ya anteriormente ha sucedido, por supuesto, aunque, mi duda se hace con eso todavía más profunda. ¿Quién y con qué intenciones inventa ese tipo de cosas?

Ya se señaló, como era de esperarse, al Estado y a la Iglesia, que buscaban “distractores”. ¿Distractores de qué o para qué? ¿Nos distraen del sismo hablando del sismo? Ya se habló de la carrera desvergonzada por el rating, lo cual es verdad aquí y en todos los medios: a la gente le gusta el amarillismo y a se le da lo que pide. Es la lógica del negocio. Su terrible lógica, ni hablar. Sin embargo, ¿para qué buscar un rating caduco en pocas horas si después, y por un par de semanas, este se ha de desplomar junto con su credibilidad?

Durante dos o tres días vi en las redes sociales mensajes de edificios recientemente derrumbados y de suicidas; de temblores de más de 10 grados y de predicciones basadas en la alineación de los planetas que los científicos y los gobiernos intentan esconder por inconcebibles impulsos (anuncian a los huracanes, las tormentas y los tornados, pero como los temblores son más cotorros, hay que dejarlos hacer sus maldades). Nada de esto nos sorprende, creo, ya. Curiosamente, a despecho de lo que comentan, esto no sólo apareció en la televisión y los periódicos vendidos, sino sobre todo en ese lugar de la verdad, la transparencia y el empoderamiento de la sociedá que son las redes sociales.



¿Quiénes son aquellos que están entre nosotros y que controlan a los gobiernos, los medios y hasta al interné?, ¿acaso sus perversos motivos son tan oscuros y trascendentes como para hacerlos gobernar este mundo (y el otro)? ¿Qué ganan con inventar tal cantidad de tarugadas?

¿O acaso se tratará, como siempre, de la incompetencia (de un lado y de otro) que intenta taparle el ojo al macho hasta que ya no puede y al final se descubre la verdad en medio de abucheos?

Sea como sea, ellos están aquí y seguirán (seguiremos) develando la verdad de las cosas.


28 de septiembre del 2017


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