martes, 27 de septiembre de 2016

Un breve vistazo al pasado
(reciente)

César Alain Cajero Sánchez

Nightswimming deserves a quiet night
I'm not sure all these people understand
It's not like years ago
The fear of getting caught
The recklessness in water
They cannot see me naked
These things they go away
Replaced by every day


Fueron tiempos chingones, me cae; no como ahora…


Las semanas pasadas estuvieron llenas de populares aniversarios, algunos tristes y otros, venturosos: Neruda, “Smells like teen spirit”, el Santo, el terremoto del 85 y el pasado viernes, Nevermind.

Un cuarto de siglo ha pasado desde que apareció aquel álbum que, dicen muchos, cambió el sentido de la música popular por última vez en el pasado siglo (y tal vez del actual, dado que aparentemente no ha habido una sacudida semejante). Es verdad que el segundo disco de Nirvana cambió el panorama de la cultura pop. Los ochenta—recordados por la imagen de aquellos roqueros de cabello de Barbie y tatuajes junto a estrellas de música pop adolescente con sombreros y trajes ridículos, o el temprano éxito de una variante higienizada del entonces llamado rap— quedaron lejos y las guitarras punk tomaron su lugar.

No es de sorprender que el título de un documental que Sonic youth hizo por aquellos años sea 1991: The year punk broke. Sin embargo, la escena que en esa época surgió no era exactamente punk. Cierto: el sonido de Nirvana —el grupo que asociamos directamente con los tempranos noventa— venía directamente de aquel movimiento, pero ni Soundgarden ni Screaming trees ni Alice in chains tenían musicalmente mucho qué ver con el punk y sí con el metal de los setenta. Pearl Jam tuvo sus coqueteos con el sonido punk (en especial en Vitalogy), pero en general su sonido viene de otro lado, con sus solos de guitarra y arreglos dramáticos.

Es curioso, por otra parte, que de los muchos epígonos que en su momento aparecieron (y que en general han sido olvidados), ninguno coqueteó en verdad con el sonido de Nirvana. Hay imitadores de Pearl Jam (tantos que no se pueden contar), de Alice in chains y de Soundgarden, pero no de Nirvana. Grupos anteriores al éxito del extrañamente[1] llamado “sonido de Seattle” sí tienen parecidos (Mudhoney, por decir algo), pero no quienes los siguieron.

Hay que recordar que mientras esto sucedía, grupos contemporáneos o más veteranos que aquellos que primero fueron conocidos fueron subidos al mismo carro. Smashing pumpkins, Hole, Jane’s addiction o Blind melon, por mencionar algunos, fueron etiquetados como “grunge” (esa palabra que nadie está seguro de qué significa y que los de Mudhoney reivindican como suya) o, posteriormente, como “rock alternativo” (otra palabra que puede interpretarse de muchísimas maneras).



El rock alternativo vivió por más o menos diez años. Con esa etiqueta se catalogó lo mismo a Nine inch nails que a Beck; a Breeders y a los Beastie boys. Luego, aunque no hubo una ruptura real en el sonido (salvo el pequeño y en general olvidable hiato del rapcore o como se llame), ese nombre fue olvidado a favor de otros términos que también vendieron: indie, neogarage y quién sabe qué más.

¿Qué fue el neogarage de principios de los noventa? ¿Regresar al sonido punk? ¿El indie (otra palabra de origen antiquísimo) mezcló punk con folk? ¿Cuál es la novedad en todo eso?

Y el problema, otra vez, es que no hubo ni hay exactamente algo musical que hermane a grupos tan disímbolos (hasta Portishead fue llamado en su momento “rock alternativo” y en su momento el britpop también fue llamado así).



Todo era diferente, no nos vendían tanta madre; no había celulares…


Si nos centramos únicamente en los grupos más representativos del primer momento de aquellos tiempos ahora míticos notaremos que, además de venir de la misma ciudad y usar ropa parecida, no hay mucho más que los hermane.

¿Qué fue el grunge y qué el rock alternativo? ¿Por qué tendemos a considerar a tantos grupos como un todo coherente? Me inclino a sospechar que uno de los motivos fue la necesidad de toda una generación de identificarse con algo (lo mismo que ahora pasa con los llamados millenials). La etiqueta de generación X vino de maravilla con el llamado grunge, el rock alternativo, los piercings, las camisas de leñador y los tatuajes (¿dónde habré visto algo así?). Douglas Coupland vio cómo el término por él inventado dejó de tener el sentido que quiso darle, se quedó otra vez sin nombre para su generación, los jóvenes tuvieron algo en qué creer mientras llegaba el tiempo de ponerse corbata y las industrias del entretenimiento y la moda juvenil hicieron buen dinero.

Capitalismo y afanes identitarios aparte, ¿hay acaso algo que haga posible hablar de todo aquello si no como un movimiento musical, sí un fenómeno pop coherente?

Ese algo fue la postura de la mayoría de los grupos de este tipo de música; la negativa a subordinarse del todo a la industria del entretenimiento (que hizo con ellos tan buen dinero, sin embargo). No se trató de la rebeldía pueril de los grupos metaleros populares en los ochenta[2], pero tampoco de la oratoria abiertamente política del mejor hip-hop que se hacía ya desde entonces. La rebeldía no era política, sino cultural. Una herencia que le debían tanto al punk como a la tradición folk proveniente de los sesenta (y sólo en ese sentido puede decirse que hubo influjo en todos).

A pesar de esta visión de los tempranos noventa, no debemos engañarnos. El fenómeno cultural que propiciaron no tiene los alcances ni las repercusiones ni del punk inglés ni mucho menos de la contracultura de los sesenta[3].

Incluso musicalmente, la revolución que Nevermind provocó sólo lo fue para el gran público.



Era bien chingón: la mata, el pogo; mis pantalones de mezclilla con estoperoles…


Aunque durante años vivimos recordando a los ochenta como un momento de pésima música, no podemos ya seguirnos engañando. En esa década no sólo hubo pop (lo que desde entonces entendemos como tal) de muy buena factura. Michael Jackson, Maddona o Prince habrán estado integrados a la industria musical, pero produjeron algunos de los discos más importantes del pasado siglo. Al mismo tiempo, la escena soul y funk produjo uno de los géneros más importantes de los últimos tiempos: el hip-hop. Un sonido que es inútil subestimar; en él, como en el rock en su mejor momento, hay desde payasos ridículos hasta músicos con gran talento; desde golpeadores de mujeres hasta personas con gran visión social y cultural.

No sólo eso: en el metal subterráneo aparecieron grupos notables (así deba reconocer que no soy aficionado a ese género), muy distintos de los glameros de rímel y pelo de muñeca.

El punk, por su parte, evolucionó en el postpunk y en el new wave, los cuales fueron la verdadera música popular en los tempranos ochenta, sobre todo en Inglaterra, pero también en gran parte de los Estados Unidos. The Cure, the B52’s, Devo, Ochestral manoeuvres in the dark, New order, Big audio dinamyte, Depeche mode, Joy division o hasta U2 y The Police  no tienen musicalmente nada qué envidiarles a los grupos de los noventa (sin hablar de los grupos punk que fueron ampliando su sonido o de la movida de ska que algunos meten en el mismo saco).

Es verdad que, con excepciones notables, estos grupos no mantuvieron una actitud de confrontación cultural comparable a la de los grupos del punk setentero (de los cuales sólo los Ramones continuaron con su sonido y disposición originales), pero de nuevo, esto es sólo una parte de la música que existió en los ochenta.

El punk original se convirtió en el muy politizado hardcore y se hundió en las catacumbas, se mantuvo en el genial desmadre de los Ramones (bandota que no puedo ni nunca querré negar) o se extinguió con los Sex Pistols (grandiosos músicos y performanceros; pésimos rectores de su existencia). Pero su legado lo recogieron muchos grupos y tendencias. No desapareció nunca (ni Throbbing Gristle ni los Red hot chili peppers existirían sin él; es más, Madonna no es concebible sin el sonido de Blondie o de la más fresona Cindy Lauper, quien también tocaba new wave) ni regresó en los noventa (porque nunca se fue). Sólo volvió a ser popular después de unos pocos años en el congelador (de 1987 a 1990 en EU). De Never mind the bollocks a Nevermind no hay el gran hiato que tantos pregonan.




Y quiero llegar a lo que me interesa más. ¿De verdad Nirvana y Pearl Jam, por decir algo, no tuvieron influencias directas? ¿Hay algo que los hermana además de ese legado pop que, como vemos, no es nada desdeñable? ¿Hubo algo antes de ellos que se inspirase en el punk tanto como en la música de los sesenta, el folk principalmente? ¿Alguien que se expresase por esos años en circuitos subterráneos aparte del hip-hop, el hardcore… y como siempre, los Ramones?

Claro que sí. Por necesidad o convicción grupos como los ya mencionados The Cure y Joy division (en Inglaterra) o Red hot chili peppers y Jane’s addiction (en Estados unidos) se movían en circuitos muy diferentes de otros grupos. Y el primero de ellos obtuvo éxito comercial masivo a pesar de ello.

¿Pero qué decimos de The Smiths o Cocteau twins? Su sonido debe tanto al punk como al rock de los sesenta más inquietante. No es extraño que muchos los asocien con el “rock alternativo”, el “indie” o como le llamen. Y si nos vamos a los Estados unidos hay tres grupos (principalmente) que fueron tan ignorados en su momentos como alabados por los grupos de los noventa: los Pixies, Sonic youth y R.E.M.[4]


Los grupos de mis años sí eran de verdad; ahora ya puro vendido…


Todos los inmersos en el rock de unas décadas a la fecha conocemos y amamos a los Pixies. La aparición de “Where is my mind?” (una canción que, por cierto, no me parece de las más brillantes suyas) en El club de la pelea, y antes de eso, la pleitesía que hacia ellos mostró Cobain (recordemos que se dice que no querían grabar “Smells like teen spirit” porque “sonaba a copia de los Pixies”) los convirtieron en un grupo muy conocido en ciertos círculos. Así pues, mientras escucho “Hey” (mi canción favorita del Doolittle) los dejo en este punto...

Sonic youth, por las características de su sonido, abrasivo y experimental como pocos[5] no es tan apreciado ni conocido. A pesar de esto, su disco más logrado (que no el más vendido), Daydream nation, donde conjugan perfectamente lo experimental con la necesaria melodía, es con razón catalogado como uno de los clásicos del rock. Sus otros discos alternan el ruido más áspero con la experimentación que, si no se tiene paciencia, da hueva. Incluso su intento por hacer música más tradicional y subirse al carro del grunge, Dirty, no logra cuajar del todo. Sonic youth es un grupo de culto (nunca mejor dicho) que logró darse a conocer ante el gran público bajo sus propias reglas. Fue un día muy triste cuando la banda se rompió tras la separación de Kim Gordon y Thurston Moore… casi tanto como cuando rompieron Angelina Jolie y Brad Pitt.

Finalmente, R.E.M., el más conocido de los tres grupos (sí, los de “Perdiendo mi religión”) y quienes recientemente (como dije, fueron semanas profusas en estas cosas) cumplieron cinco años de separarse en total tranquilidad, en decisión por consenso.

Y a pesar de ser los más conocidos de los tres, no encajan en ningún lado.

Para quienes se mueven en el circuito subterráneo y de culto, son un grupo pop (y desconocen que ellos fueron de los pioneros que construyeron ese circuito subterráneo); para los aficionados a la música de moda, son un “one hit wonder” (sin sospechar que sus discos son casi sin parar una gran canción pop junto a otra).

R.E.M. toca punk desgarrando la garganta de Stipe (“Life and how to live it”), pero también folk (“Electrolite”); tienen canciones desoladoras, de amores enfermizos (“The one I love”), pero también otras que invitan a la alegría y a la risa (“Shiny happy people”, con la gran Kate Pierson); tocan himnos dramáticos (“Everybody hurts”) y también música desnuda hasta lo exagerado (“Feeling gravity pulls”). R.E.M. tiene un sonido inimitable; una vez que escuchas una canción de ellos, los reconoces. Desde que se reunieron, en 1980, no han cambiado su música y, sin embargo, han coqueteado incluso con el rapping (“It’s the end of the world”).

A diferencia de otros grandiosos grupos del subterráneo, no le temieron nunca a grabar en grandes disqueras (permitiendo a su anterior disquera, IRS, beneficiarse de su nueva popularidad), pero siempre exigiendo total libertad creativa, siempre bajo sus propios términos.

R.E.M. fue —es—un grupo extraño en todo menos en su música (que siempre resulta accesible, fresca y con un sentido pop desacostumbrado). Se negaron a reemplazar a Bill Berry cuando decidió dejar al grupo para dedicarse a su vida privada (“¿Qué hace un perro cuando pierde una pata? Nada: aprende a moverse de manera distinta.”), hacen videos, pero hasta en ello deben estar en completo control creativo (lo que ha hecho que hagan de los mejores cortos musicales de todos los tiempos). Nunca han negado a sus influencias, que van de The Byrds (escúchese la guitarra de Peter Buck, que tanto se parece también a la de Johnny Marr, de los Smiths) hasta Yes (el bajeo de Mills), pasando por los Sex Pistols (la batería robótica y minimal, pero precisa y armónica de Buck) y Bob Dylan (las letras de Stipe). Por supuesto, en ellos se escucha la armonía del rocanrol de la época Motown; pero también de los Beatles, los Beach boys y los Velvet underground.

Pero, a pesar de ser uno de los grandes grupos de los años recientes, nunca lograron, al menos en nuestro país, llegar a ser ni un grupo de culto ni un fenómeno de ventas (en el mundo anglosajón fueron en un momento una cosa, luego otra y, finalmente, un grupo incómodo que se mantiene en el catálogo porque atrae a nuevos artistas, quienes los respetan).

No sé a qué se deba esto. Los músicos del rock de los noventa y hasta la fecha los admiran y les deben parte de su sonido[6]; no fueron exactamente una banda que se escondiera de la realidad social (aunque no hicieron muchas canciones políticas, ahí está “Welcome to occupation”, por ejemplo): apoyaron muchas causas y ahora mismo sus miembros hablan sobre Trump y Ted Cruz; no fueron un grupo sólo de sencillos, algunos de sus álbumes son de los más importantes del rock… Nunca se vendieron: hacían lo que les gustaba, como y cuando lo querían hacer… y lo hacían muy bien.

Quizá se deba a que, a diferencia de otros grupos, nunca dependieron ni buscaron el impacto mediático; a que nunca buscaron la floritura musical, el arreglo para lucirse. A que no fueron un grupo para que alguien pegase un poster suyo en la pared sintiéndose malote, pues. Los miembros de R.E.M. no fueron agraciados físicamente: un grupo de amigos de la esquina. No impusieron modas a seguir: usaban la ropa que tenían a la mano (aunque a veces de forma muy graciosa). Tampoco se prodigaban en solos, florituras y mucho menos poses fálicas (Peter Buck dijo que esas cosas eran divertidas, pero que no le gustaban personalmente). A pesar de su talento como músicos (los arreglos de cuerdas en algunas canciones son soberbios), no incurrían en ese hábito fastidioso de la pedantería interpretativa. No fueron ruidosos en sus declaraciones: preferían argumentar que dar el golpe sobre la mesa. No se les asocia a drogas ni a una “vida peligrosa”.

¿Quién quiere tener discos de un flaco que baila chistoso?

Bueno, hasta tronaron como amigos, sin peleas ni excesos ni suicidios. Sólo querían hacer otras cosas.

No son únicos en ninguna de estas cosas (tal vez en la última), pero pocos grupos aúnan más de una de estas posturas.

Y así, 5 años después de la desaparición de R.E.M., 25 años desde Nevermind, 40 de que los Ramones tocasen sus primeras notas; 50 desde el Pet sounds y más de medio siglo de rock, seguimos aquí. Hay todavía buenas, algunas muy buenas, canciones, lo que es de agradecer.

Ya di un breve vistazo al reciente pasado. Basta con un rápido movimiento de los ojos; con un sueño.









[1] Y digo extrañamente porque en realidad, como menciono, hay poca relación entre sus respectivas estéticas.

[2] Y resulta interesante recordar que fue el éxito de Guns & roses el que llevó a las disqueras a sumergirse en los circuitos underground donde encontraron a los grupos de quienes hasta ahora he hablado.  En términos de apariencia e incluso en algunas influencias musicales tuvieron  más de un punto en común con los grupos entonces emergentes a pesar de ser otra cosa.

[3] Con esto no pretendo que sean musicalmente inferiores; los veo como manifestación social, solamente.

[4] Los cito por ser los más importantes, ya por ser ahora muy conocidos o por ser honrados por la mayoría de grupos de aquellos y estos años, sin embargo no son ni con mucho los únicos. No haré una lista, pero ahí están —por nombrar a cinco— Guided by voices, Dinosaur jr, The sisters of mercy, Throwing muses o Kraftwerk (éste último, tan o más influyente que los mencionados arriba).

[5] Sonido que viene directamente de los Velvet underground, pero que no es exclusivo de la juventud sónica; escúchese a los Swans (no Zwan), por ejemplo.

[6] Dijo de ellos Cobain: “I don't know how that band does what they do. God, they're the greatest. They've dealt with their success like saints, and they keep delivering great music”.

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