jueves, 16 de agosto de 2012


Metes esto y esto y esto en una licuadora y listo


Desde antes de que Dizzy Gillespie descubriera la música cubana, ya había coqueteos entre los músicos de las islas (Cuba, Puerto Rico, República dominicana) y los de la costa este de Estados unidos. El swing ya tiene algunas melodías que coquetean o de plano adaptan ritmos afrocaribeños (que por esos lugares llaman latinous).



Cuando a la escena llega Machito y con él nace el latin jazz es el momento en que el bop se encuentra en su momento más fuerte. Junto a Dizzy, Machito toca algunas de las piezas seminales de esta música. El éxito llega enseguida porque a diferencia del bop, los ritmos de las islas del encanto son impensables sin el baile. Del bop toman la libertad musical, el gusto por los solos y las florituras extremas. Sin embargo esto siempre debe de ir subordinado al ritmo.

Ya a principios de los sesenta de la unión del latin jazz con el soul y con un ritmo aún más acelerado nace el boogaloo. Un ritmo intenso y agresivo, con letras que casi siempre carecen de una historia. Fraseo puro o repetición de palabras. El bogaloo. Gatos del swing y del bop.

A pesar de su sabor, el boogaloo no ha superado la prueba del tiempo. Sus originales son inconseguibles y aunque algunos de sus ensambles son populares, casi todos piensan que se trata de otro ritmo: aquel que nació con la Fania records, la salsa.



La salsa a diferencia de casi todos los otros ritmos, tuvo una fecha de nacimiento y un lugar. Es tanto una palabra para la comercialización de algo que siempre estuvo ahí como el inicio de algo nuevo.

Es probable que en la historia de la música no haya un término que provoque tanta controversia. Tito Puente ridiculiza a la salsa diciendo que se trata sólo de son y plena disfrazados con otro nombre. Otros aseguran que no sólo es diferente a estos dos ritmos (de los que nace, no hay duda), sino que tampoco es igual al latin jazz o al boogaloo. Yo opino que Tito Puente es un mamón.

No hay que remontarse mucho en el tiempo para hablar de esta música.

O al contrario, si queremos echarle de la misma a nuestros tacos, deberíamos regresar cientos de años en el tiempo. Al momento en que negros esclavos llegaron a América. A ese arribo debemos ritmos tan populares como el blues, el jazz, el soul, el funk o el rock (de los negros norteamericanos); la samba y el bossa nova (Brasil), la cumbia (Colombia, Ecuador) junto al son, la plena, la charanga, el danzón, el merengue, el mambo y el bolero (el Caribe).

Al menos yo (ignorante) no sé cómo se explica que la música de tan distintos lugares sea entre sí tan distinta. Obviamente los negros llegaban de diferentes regiones y tradiciones. Por eso no me explico que a pesar de eso hayan logrado cohesionar sus ritmos en resultados tan distintos y al mismo tiempo que trascienden regiones (la música caribeña a pesar de todas sus diferencias es reconocible; en el jazz hay evidentes raíces del blues; en el bossa nova, de la samba).

Lo cierto es que las influencias más antiguas de la salsa hay que buscarlas en Puerto Rico y en Cuba. La Plena y la Bomba puertorriqueñas, con su ritmo explosivo y su tradición de improvisación de la letra. La leyenda de Virgilio Piñeiro y su son “Échale salsita” que algunos consideran como el antecedente más claro de este ritmo son ejemplos de su ascendencia cubana. No hay que ir muy lejos: el son, con su ritmo lento pero sensual es inevitable en las salsas más lentas, al igual que el bolero, del que en la Fania se grabaron increíbles canciones.



Sin embargo si algo tiene la salsa es que absorbió desde su nacimiento todos los ritmos posibles. Aunque no hay una verdadera idea de dónde salió la palabra, es posible que se deba a la mezcla de elementos distintos para hacer algo nuevo. Obviamente fue un nombre hecho para la comercialización, pero pocos términos tan exactos en ese sentido. La salsa es una combinación de sabores, países, instrumentos.

Obviamente sus antecedentes más directos son el boogaloo y el latin jazz, los cuales ya habían fusionado la música norteamericana (obviamente el jazz sobre todo, tan dado al swing, al baile y a los poliritmos como la misma música afrocaribeña). Sin embargo, nadie podría pensar, ni siquiera ellos mismos que de esa pequeña disquera concebida como una pequeña mafia al estilo de Motown iba a surgir un género tan popular.

Jerry Masucci y Johnny Pacheco crearon este sello allá por 1964, y aparte de que Masucci se convirtió (con todo y las mañas) en una especie de Berry Gordy jr. de la música afrocaribeña, con todo y esas mañas que distinguió a tan distinguido sujeto. Fania fue pensado no como una puerta de salida comunitario y buena onda; para nada. Fue un negocio mafioso y así sigue siendo. Pero ay de quién no sepa reconocer que Masucci y su familia sabían bien dónde buscarle.

Las primeras grabaciones de la Fania, en esos lejanos y revueltos sesenta ya tenían claro al público al que se dirigían. Era una música dura, agresiva, pero bailable. Igual que los negros escuchaban al soul de Motown mientras militaban en las Black panthers y se escondían de la violencia racial en sus barrios, las comunidades de habla hispana (en este caso, de Nueva York) buscaron unirse a través de una música. La salsa fue el punto en el que todas convergieron. La mezcla de culturas y de ritmos. Pero eso sí, en los discos de la Fania, a pesar de la obvia visión mercantilista de Masucci o quizá por ella misma, se dio rienda suelta a todos los músicos. Con eso se tocaron temas duros para la época (y para la nuestra), además de una libertad musical en verdad sorprendente. Arreglos jazzisticos, improvisaciones en el jala-jala, solos explosivos. La salsa lo incorporó todo: al jazz, al rock, el son, la rumba, el mambo, el boogaloo, la plena, la bomba. Todo esto se escucha desde los primeros discos del buen Johnny Pacheco.



Sin embargo, la explosión de Fania Records llegó cuando dos talentos se encontraron gracias al mafioso Masucci. Un trombonista neoyorquino tildado de maleta, mafioso y vago ya había lanzado un bárbaro album debut. Nunca se había escuchado un trombón semejante. Colón maneja ese instrumento a su antojo y con él improvisa y ataca como el trompetista más salvaje del bop.

Al mismo tiempo, un chavo desafortunado y sin suerte llega de Puerto Rico a Nueva York. Pronto se da  a conocer por su peculiar estilo al cantar. Héctor Lavoe (Héctor Juan Pérez) no era precisamente un maestro en el fraseo, sino que contagiaba una energía bárbara. Jugaba con las palabras y con los tiempos. Su voz no era precisamente dotada, pero todo lo compensaba con un ingenio y una alegría pocas veces visto. No por nada empezaron a llamarlo El Cantante de los cantantes.

De la unión de tales talentos en un sólo disco surgiría una de las grabaciones más poderosas de la salsa. 1968 fue el año del lanzamiento de The Hustler (El Malo en inglés, el título en español es del primer disco de Colón)) Hay en ella títulos instrumentales de poder inusitado (The Hustler); sabrosos sones (Qué Lío). Por ese disco se percibe ya todo lo que un dueto como el de estos dos podía dar.




Mientras esto sucedía, ya Masucci incorporaba nuevos elementos a Fania records. Johnny Pacheco con gran visión concibió la reunión de todos estos músicos para crear un ensamble. La Fania All stars. Al mismo tiempo, Masucci conectaba a músicos más viejos que tarde que temprano fueron, algunos a su pesar, conocidos como padrinos de la salsa. Tito Puente, Celia Cruz, el genial Mongo Santamaría. Todos pasaron en un momento u otro por las filas de la Fania.



La cantidad de músicos que pasó por Fania records es difícil de enumerar simplemente. Ray Barreto, Richie Ray, Bobby Cruz, Ismael Rivera, Rubén Blades, Cheo Feliciano. Inclusive los grupos de lo que posteriormente se llamaría salsa cubana como los Van Van tuvieron coqueteos con la Fania. Me parece imposible imaginar la música del siglo XX sin la presencia de las improvisaciones de este ritmo, fusión de ritmos. Vease por ejemplo, a Richie Ray y Bobby Cruz en tremendo tour de force que pasa por melodías casi académicas para de ahí llegar al mambo, visitar el son e integrarlo todo en una sóla canción.


Algunos años después de la lamentable separación del duo Colón-Lavoe (quienes de todas maneras siguieron sacando albums de puro sabor, si no, cómo olvidar los tambores africanos de "Ghana E" o la conmiseración juguetona de Comedia), un panameño apareció para grabar una canción en honor de el Héctor: "El Cantante".

Mienten los que dicen que con Rubén Bladés aparecieron los temas sociales y que "intelectualizò" (palabra pedorra) la salsa. Nel: Colón, Machito y hasta la Celia ya habían hecho canciones poco aptas para amantes de lo establecido. Lo cierto, empero, es que Blades metió más libertad y con él estos temas fueron puestos en canciones verdaderamente populares. Aunque la música de éste compositor no suele abundar en las florituras de otros músicos ni su manera de cantar es tan contagiosa como la de Lavoe, supo reunirse de grandes músicos. Su disco con Willie Colòn, Siembra, es tan bueno como The Hustler. Aquí una muestra del sabor y la pachanga que se armaban en esos discos.


Sin embargo no hay que confundirse, al cabo de los años, la salsa escapó a Fania Records. Pronto hubo una salsa cubana (que nació de padres similares, pero sin relación alguna) con los mencionados Van Van de Juan Formell. También una salsa colombiana, de donde sale ni más ni menos que el grupo Niche y el maestrazo Joe Arroyo. El ritmo siempre en continua mezla se encuentra con la cumbia, el vallenato, los boleros, la música africana. Juguetea con el funk, la música de mariachi y la samba brasileña. Pecado es olvidar a la Sonorísima Ponceña.


Eso fue la salsa durante los setenta. En los ochenta, la hegemonia de Fania y de toda la salsa original declinaria para dar paso a... No se pierda el siguiente capítulo sólo apto para corazones románticos (más bien medio cursis) y con ritmos ya domadones.


Titania en la pista del Chamberi


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