martes, 7 de mayo de 2019


El objeto artístico


César A. Cajero Sánchez

Cuando se habla sobre pintura, escultura o arquitectura, la identidad de estas artes como objetos es relativamente evidente. Sin entrar en detalles, hay un cuerpo físico sin cuya presencia no existe obra.

En el caso del teatro o la danza, como artes escénicas, se puede afirmar que sin su presentación concreta no existen: sólo se manifiestan mientras alguien las re-presenta en el escenario, mientras alguien las presencia.

En cambio, ni en la poesía ni en la música parece existir una materialidad evidente. A pesar de la performatividad de la música —usaré este neologismo en lugar de interpretación por esta vez—, por ejemplo, no es clara su cualidad de objeto.

La música, empero, es una serie de ondas sonoras con ciertas características entre las que se cuentan volumen, tono, duración y silencios entre ellas. Estas ondas sonoras se transmiten en una materia física y no por usar como soporte un medio aéreo son menos concretas que los colores de una pintura.

La especificidad del arte musical no es menos estricta que la de la pintura o la arquitectura. Mientras en las artes plásticas, cada trazo y forma son las que constituyen la obra artística, en la música lo es cada elemento sonoro. Su presentación es estricta: el objeto artístico es, ante todo, su forma.

Como todo arte que se presenta a un público, sin embargo, la música sólo se cumple a cabalidad cuando es re-presentada. Tanto ella como la danza o el teatro existen en tanto se re-presenten. Otro tanto puede decirse de las artes visuales: únicamente son objetos de arte, y no simples cosas, cuando son contemplados.

Esto, empero, no les resta existencia como formas físicas. Tampoco les quita la especificidad de su forma. La posibilidad de su interpretación les viene de sus características concretas.

Cada representación de las artes interpretativas es única e irrepetible, sin embargo, se atiene a aquella forma ideal que ya está fijada. El teatro es el género más libre en este sentido porque ahí es donde el intérprete tiene más espacio de improvisación: cada actor y director hará una definición distinta del texto dramático. Y cada vez que se presente será distinta.

El caso de la música es diferente. Al menos en el caso de la música culta occidental —el caso de la música popular es un poco distinto—, existe una notación y una forma que es quizá la más estricta dentro de las artes interpretativas. Esto se debe también a ciertas características de este arte: su cualidad exacta, casi matemática. Cada sonido, silencio y sus caracteres son imprescindibles. En todo arte los son, pero en la música esto se hace evidente. Un error puede dar al traste con toda una exhibición.

El caso de la literatura es más discutible. Por su materia de trabajo —el lenguaje— hay otro elemento que se hace presente de manera palmario: el sentido.

Todo lo que el ser humano toca se llena de sentido. Indudablemente, los sonidos de una pieza musical o las formas de una escultura están plenos de significado, sin embargo, la palabra es aquella forma que tiene una carga semántica sistemática, dentro de un conjunto coherente. Hablo de la doble articulación de Saussure y de las características todas del signo lingüístico.

Debido a esto, mucho se ha hecho hincapié en la doble naturaleza del arte literario: el poseer un fondo —sentido— y una forma —como objeto sonoro—. Lo primero lo acercaría a los discursos argumentativos e informativos —que usan primordialmente la función referencial de la lengua—, lo segundo, a la música.

En realidad, la especificidad de la forma física del objeto artístico es en la literatura tan grande como en cualquier otro tipo de disciplina. El contenido de la obra es inseparable de la manera como se expresa.

Muy pocos, por ejemplo, se contentarían con la reproducción abreviada de una pintura o las versiones simplificadas de una pieza musical, pero en el caso del texto literario esto es un error común y corriente. Se cree posible separar la forma del contenido.

La misma traducción, como mencionaré más adelante no nos está presentando la obra original: de ser una traslación cumplida, es otra obra, aunque inspirada directamente en la original; de no cumplirse es simplemente una divulgación imperfecta, algo que no fue.

Esta diferencia de la literatura con otras artes es más de grado que de naturaleza. Como ya señalé, tanto la música como la danza tienen un sentido, una significación, aunque no sea evidente de manera directa. Asimismo, la literatura tiene una forma física —una especificidad y una rigurosidad en esta— que no puede ser alterada so pena de cambiar toda la obra.

Probablemente esto no sea tan evidente como en el caso de otras artes, como la escultura o la música. Por tanto, es necesario examinar las características del arte literario, si existe en él una forma física y cuáles son sus características.


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