lunes, 16 de noviembre de 2015

¿Por qué importa Francia?


Is this the MPLA
Or is this the UDA
Or is this the IRA
I thought it was the U.K.
Or just another country
Another council tenancy

.
Sex Pistols, “Anarchy in the UK


Eran aproximadamente las 8 de la noche del pasado 13 de noviembre cuando, bajo las luces negras y ambientado con música de Joy division, me preguntaron qué me parecían los atentados en Francia.

Eran aproximadamente las 8 de la mañana del siguiente día cuando leí el primer cuestionamiento sobre si los muertos de un país de gente blanca y de primer mundo son más importantes que los del nuestro. A lo largo de los días la cosa ha variado de ahí a los muertos de Siria, de Irak, de la India y de cualquier parte del planeta donde la gente muera por el odio de unos contra otros (que es decir, todos los lugares poblados). Ah, también hubo algo sobre ponerse o no banderas francesas en los perfiles. O algo así entendí.

Pero la pregunta es válida, ¿por qué importa Francia? ¿Es otra muestra del eurocentrismo y de la valoración de la vida humana a través de criterios racistas y movidos por el dinero?

Bueno, hay algunas respuestas posibles. Pero no, no se trata de que los muertos de un lugar valgan (quiera decir lo que quiera esta palabra en este contexto) más que los nuestros. O que los cristianos sufran más que los musulmanes (o los hindúes, o los budistas, o los ateos). Mentira es que a aquellos no se les tome en cuenta. Si mal no recuerdo —aunque en este mundo de lo inmediato, la memoria no está bien valuada—, hace unos meses, la fotografía de un niño kurdo se volvió “viral” (término que, confieso, me es muy desagradable) en la “red” (ídem). Por entonces leí muchos reportajes y opiniones no sólo en torno a la situación en Siria, sino anteriormente, en Libia, en Irak; en Ayotzinapa, en Tlatlaya; en Oregon y así le puedo seguir. Aunque, en efecto, ninguno de estos casos llevó a que la gente se pusiera filtros en su foto (o bueno, algo así, sí sucedió, pero pues quién se acuerda ya).


Y si no mal recuerdo, en enero cuando medio mundo era o no era Charlie, también pasó algo semejante entre que si debemos o no condolernos por los muertos de otro lugar del mundo.


Bueno, pero esto no es una arqueología de un mundo donde lo que no pasa en los últimos 10 días es noticia antigua, sino un simple ensayo donde me pregunto, ¿importa en verdad Francia?

Pues bien, empezaré declarando que, por mi parte, los muertos de un lugar del mundo no valen más que los de otra. Esto, por supuesto, no todos lo compartirán, toda vez que aquellos a quienes les matan a un ser querido o quienes tienen que enfrentarse al horror de forma directa claro que hacen diferencias.

Y cómo hemos de entender, pues, la atención puesta en los actos de terror de Francia.

Resultado de imagen para EIUn asunto sería la forma misma de los ataques. No se trató de víctimas de guerra ni de enfrentamientos directos. El discurso terrorista es ese: lograr un clima de miedo y de alarma a través de maniobras espectaculares y militarmente poco arriesgadas. El terrorismo es un espectáculo teatral atroz. Y sabe que sus acciones provocarán una respuesta aparatosa por aquel cuerpo social al que ataca. Ello no importa pues la capacidad bélica del grupo terrorista es ínfima ante un ejército convencional. Ínfima, pero por ello mismo, de una flexibilidad que la convierte casi en invisible para quienes buscan ubicarla.

El terrorismo busca, además, que sus acciones se ubiquen en un lugar donde el enemigo no espere el ataque. Ahí donde, por lo mismo, el terror es más efectivo. En mitad de una zona de guerra, la muerte, con todo lo descarnada que es, se espera como algo inevitable. No en un concierto de música; no en el café donde vas a descansar. La violencia que rompe con la cotidianidad siempre provocará un impacto mayor en el ciudadano.

No es que los muertos de la Revolución mexicana valiesen menos que los del 68, sino que las condiciones no eran las mismas y la forma en que ha permanecido en la conciencia pública es distinta (a pesar de que no hay ni comparación en el número de víctimas).

El número de víctimas y los múltiples puntos de ataque son otro factor que ha convertido esta en una de las más grandes conmociones en Occidente desde, por lo menos, los ataques a Charlie Hebdo. Al hacer varios ataques simultáneos, se propagó la sensación de que ningún lugar está totalmente seguro; el número de víctimas y la naturaleza de éstas (no se trató de personajes públicos, como en los ataques de enero, ni hubo en ese sentido más interés que sembrar terror en la población).

Y ya que mencionamos Charlie Hebdo, hay algo que hermana ambos atentados: la idea de los terroristas fue hacer una declaración; un teatro público y político. No fue casual el ataque a Francia, cuna del pensamiento del Siglo de las luces, con su discurso liberal y laico. No se trató, como ningún acto de terrorismo, de destruir la infraestructura militar de un país enemigo; tampoco de disuadir de la guerra, sino de incitarla: todo acto de este tipo es una declaración: estos son los signos de lo que no aceptamos. Las acciones militares tienen una idea distinta y así son recibidos.

No es que los muertos en Francia valgan más que los de Guerrero: es que la pretensión misma de estos asesinatos fue el dar un mensaje abierto. No a un grupo de personas; no a un gobierno; a una civilización (con la que podemos estar o no de acuerdo y a la que muchas veces he criticado): aquella nacida con el Siglo de las luces.

Por supuesto que ha habido crímenes en tierras islámicas por parte de las potencias occidentales, esto explica, pero no justifica el asesinato teatral que implica un acto terrorista. Y el objetivo queda cumplido: el terror se apodera de las sociedades atacadas.

Importa Francia por el impacto que tendrán estos actos en la forma de pensar del ciudadano francés; del europeo y del occidente todo. Si en Francia la libertad de opinión y religión se ha mantenido de forma más o menos firme; con esto se fortalecerá la opinión de esa —hasta ahora— minoría racista y criptofascista de LePen y sus aliados. Este giro aparentemente irónico a las acciones de EI no lo es tanto. La escalada de violencia en la zona de guerra no acabará directamente con las células del EI, sino que mucha de aquella población islámica que se había mantenido al margen las fortalecerá. En la lógica terrorista, los ataques del enemigo no sólo son una reafirmación de su odio, sino que aumentan la tensión. La búsqueda de la división es uno de sus objetivos.

No es una guerra de los “buenos” franceses contra los “malos” musulmanes; ni siquiera de los “buenos” del califato” contra los “malos” de Occidente. No es de hecho una guerra, sino la búsqueda de dicotomías simples, de consumo inmediato. La creación de bandos: de un “ellos” que se enfrenta a “nosotros”. Las etiquetas morales se ponen según de qué lado estemos. Y qué querría más EI sino que todos los musulmanes fueran vistos como terroristas por los occidentales, como que todos los occidentales fuesen vistos como el enemigo por aquellos a quienes dicen representar.

Importa Francia porque es en potencia el lugar donde se puede formar la división amada por quienes creen tener en sus manos la verdad. Por la derecha occidental y los fundamentalistas islámicos. Y de esos dos, la verdad ni a cuál irle.

Importa Francia porque no se trata de acciones contra un gobierno o contra un grupo de personas. Importa porque lo que pretenden los involucrados es lograr un clima de odio. No es el IRA contra Inglaterra a la que otros países eran ajenos; no son los carniceros del ETA buscando una nación propia a costa de las vidas de ciudadanos españoles y franceses. Es la búsqueda, por una parte, de la unión del “blanco europeo y occidental” (una cultura, que, ay, es también la nuestra) que busca la extrema derecha y por otra, la unión, de la cultura revelada y verdadera (de la que también tenemos raíces, a través de España) que pretenden los fundamentalistas. Dos fundamentalismos que pretenden dividir al mundo en buenos y malos.

Y en nuestro caso, como seres humanos, a ver entre las patas de qué caballo nos llevan. Just another country.

Yo no me pongo banderas, pero tampoco juzgo a quienes lo hacen. Sólo pediría crítica: no sólo, con justa razón, a los terroristas, sino a todos aquellos que en nombre de la verdad, pretenden imponer su opinión a punta de terror y balazos.



César Alain Cajero Sánchez

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