martes, 15 de mayo de 2012

Tenerlo todo   

 

Hace algunas horas murió Carlos Fuentes. Hace casi veinte años que en un tianguis de la Ciudad de México mi padre me compró un libro con pastas rotas. Era La muerte de Artemio Cruz.
         El tiempo me alejó de Carlos Fuentes, otros de sus textos me decepcionaron, pero esa novela siempre vivirá en mis recuerdos. Artemio Cruz; el niño mulato de ojos verdes que sale de su pueblo escapando de la muerte; Artemio Cruz, el corrupto líder del PRI; Artemio Cruz, solo; Artemio Cruz que lo tuvo todo (todo lo que de verdad se puede querer) cuando no tenía nada.



"Imagínenese ante el tendero que no fía, cabronas, ante un deshaucio de domicilio, ante un abogado chicanero, ante un médico estafador , imagínense en la pinche clase media, cabronas, haciendo cola, haciendo cola para comprar leche adulterada, pagar impuestos prediales, obtener audiencia, conseguir un préstamo, haciendo cola para soñar que pueden llegar más alto, envidiando el paso de las mujeres y la hija de Artemio Cruz en su automóvil, envidiando una casa en las Lomas de Chapultepec, envidiando un abrigo de mink, un collar de esmeraldas, un viaje al extranjero, imagínense en un mundo sin mi orgullo y mi decisión, imagínenese en un mundo en el que yo fuera virtuoso, en el que yo fuera humilde: hasta abajo, de donde salí, o hasta arriba, donde estoy: sólo allí, se lo digo, hay dignidad, no en el medio, no en la envidia, la monotonía, las colas: todo o nada: ¿conocen mi albur?, ¿lo entienden?: todo o nada, todo al negro, todo al rojo, con güevos, jugándosela, rompiéndose la madre, exponiéndose a ser fusilado por los de arriba o por los de abajo; eso es ser hombre, como yo lo he sido, no como ustedes hubieran querido, hombre a medias, hombre de berrinchitos, hombre de gritos destemplados, hombre de burdeles y cantinas, macho de tarjeta postal, ¡ah, no, yo, no!, yo no tuve que gritarles a ustedes, yo no tuve que emborracharme para asustarlas, yo no tuve que golpearlas para imponerme, yo no tuve que humillarme para rogarles su cariño: yo les di la riqueza sin esperar recompensa, cariño, comprensión y porque nada les exigí ustedes no han podido abandonarme, se han prendido a mi lujo, maldiciéndome como quizá no hubieran maldecido mi sueldo envuelto en papel manila, pero obligadas a respetarme como no hubieran respetado mi mediocridad, ah viejas ojetes, viejas presumidas, viejas impotentes que han tenido todos los objetos de la riqueza y que siguen teniendo la cabeza de la mediocridad: si al menos hubieran aprovechado lo que les di, si al menos hubieran comprendido para qué sirven, cómo se usan las cosas del lujo: mientras yo lo tuve todo, ¿me oyen?, todo lo que se compra y todo lo que no se compra, tuve a Regina, me oyen, amé a Regina, se llamaba Regina y me amó, me amó sin dinero, me siguió, me dio la vida allá abajo [...]"

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