El camino
En Palenque un paquete de
cigarros cuesta 40 pesos.
Por todas partes hay
tzeltales. A pesar de que el tzeltal y el ch’ol son lenguas relacionadas,
apenas puedo descifrar una que otra palabra.
Me siento junto a un
muchacho. Después de algunos minutos llegan sus amigos; jeans, tenis; gorras
con logotipos de Nike y WWE. A su lado tres muchachas; vestido largo y blusas
bordadas. Todos hablan tzeltal.
Mañana es domingo de ramos.
Son cuatro horas, cinco
horas para llegar de Palenque a San Cristóbal de las Casas. Veo por las
ventanas los bosques de cedro, guano, caoba y ceibas u otro mundo; uno de
oyameles y pinos bordados de orquídeas.
A lo largo del camino
también cambian las personas: eran los vestidos largos y las blusas bordadas en
el cuello; después blusas largas y sueltas, con bordados verticales y a veces
el cabello trenzado con largas cintas de colores. Una vez en los bosques fríos
las blusas mudaron a otoño: todo colores pardos y oscuros; faldas de lana
negra. Desde antes de llegar a Ocosingo descubrí muros con descoloridas
leyendas neozapatistas. Alguna ajada
manta que reivindica la posesión de la tierra y ahuyenta a las transnacionales luce
junto a un pequeño autoservicio.
Además de las mantas,
pronto descubrí que una anónima mano dejó en los caminos una vez y otra
mensajes en los que se alaba a Jesucristo.
Por espacio de varios
kilómetros los mensajes evangélicos esperan en las cañadas y piedras del
camino junto a varios letreros zapatistas. No me sorprende: recuerdo que los de la Casa del obrero mundial se decepcionaron al ver a los zapatistas originales mendigar una tortilla "por el amor de Dios". En lo personal pienso que esos sindicalistas eran muy payasos.
San Cristóbal es un lugar
de clima frío comparado con Tabasco o Palenque. Todo se encuentra invadido por
el turismo.
Busco una posada y no hay
lugar que esté debajo de 400 pesos la noche. Ofrecen televisión por cable y
baño con sauna. Los letreros están en inglés y aceptan Visa. Lo bueno es que sé
inglés y tengo Visa. Lo malo es que no tienen idea de lo que es una posada y que mi escaso salario no da para gastar pesos de más.
Después de caminar muy
lejos del turismo encuentro un lugar aceptable. Junto al mercado —lejos del
centro— hay muchos tzotziles y algunos tzeltales. Venden fruta , elotes asados,
miel y palamas para el domingo de ramos.
Compro un elote y una
palma.
Voy al centro de la ciudad
y al lado de la catedral; fotografiados por extáticos turistas —entre ellos
destaca un rubio con un sarakof; a su lado una muchacha con turbante sikh— unos
jóvenes hacen una supuesta danza azteca. En otro lugar, un muchacho
visiblemente delgado recibe aplausos mientras toca su didgeridoo. Bueno, los
turistas vinieron a ver algo exótico.
Dicen que el turismo deja
dinero y que ayuda a los indígenas pobres. Lo primero no lo dudo. De lo segundo
guardo dudas. Dinero hay, pero por lo que veo, la mayoría lo absorben negocios
como Maya’s pizzas & burritos.
Claro, los turistas compran muchas artesanías, pero, ¿en verdad les irá mejor
que cuando mercaban animales, frutas y tejidos?
He decidido no ir mañana a
San Juan Chamula. Será el lunes.
Me siento en los escalones
de la catedral. Dentro de unos minutos habrá misa. Tres jóvenes ch’oles con los
ojos embotados se sientan junto a mí. Hablando en la lengua dicen que va a ir a
beber. Uno de ellos, que no ha escuchado bien pregunta “¿a cotorrear?”. Se
ajusta sus guangoches jeans; escupe y enciende un celular que difunde los sonidos de una canción de Huracán de Sinaloa. Orgulloso asegura
“salen en la tele; ésta sí es música”. Uno de los muchachos saca de su mochila
una cerveza y la beben con mucho escándalo. De repente dos de ellos se levantan
entre risas. “Si comes indio, quítale los huaraches, chavo”. El que no le quita
los huaraches a lo que come se incorpora; mira alrededor y dice:
“Oye, mañana es domingo de
ramos”.
César A. Cajero Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario