Un breve vistazo al
pasado
(reciente)
César Alain Cajero Sánchez
Nightswimming
deserves a quiet night
I'm
not sure all these people understand
It's
not like years ago
The
fear of getting caught
The
recklessness in water
They
cannot see me naked
These
things they go away
Replaced
by every day
Fueron tiempos chingones, me cae; no
como ahora…
Las
semanas pasadas estuvieron llenas de populares aniversarios, algunos tristes y
otros, venturosos: Neruda, “Smells like teen spirit”, el Santo, el terremoto
del 85 y el pasado viernes, Nevermind.
Un
cuarto de siglo ha pasado desde que apareció aquel álbum que, dicen muchos,
cambió el sentido de la música popular por última vez en el pasado siglo (y tal
vez del actual, dado que aparentemente no ha habido una sacudida semejante). Es
verdad que el segundo disco de Nirvana cambió el panorama de la cultura pop.
Los ochenta—recordados por la imagen de aquellos roqueros de cabello de Barbie
y tatuajes junto a estrellas de música pop adolescente con sombreros y trajes
ridículos, o el temprano éxito de una variante higienizada del entonces llamado
rap— quedaron lejos y las guitarras punk tomaron su lugar.
No
es de sorprender que el título de un documental que Sonic youth hizo por
aquellos años sea 1991: The year punk
broke. Sin embargo, la escena que en esa época surgió no era exactamente
punk. Cierto: el sonido de Nirvana —el grupo que asociamos directamente con los
tempranos noventa— venía directamente de aquel movimiento, pero ni Soundgarden
ni Screaming trees ni Alice in chains tenían musicalmente mucho qué ver con el
punk y sí con el metal de los setenta. Pearl Jam tuvo sus coqueteos con el
sonido punk (en especial en Vitalogy),
pero en general su sonido viene de otro lado, con sus solos de guitarra y arreglos
dramáticos.
Es
curioso, por otra parte, que de los muchos epígonos que en su momento
aparecieron (y que en general han sido olvidados), ninguno coqueteó en verdad con
el sonido de Nirvana. Hay imitadores de Pearl Jam (tantos que no se pueden
contar), de Alice in chains y de Soundgarden, pero no de Nirvana. Grupos
anteriores al éxito del extrañamente[1]
llamado “sonido de Seattle” sí tienen parecidos (Mudhoney, por decir algo),
pero no quienes los siguieron.
Hay
que recordar que mientras esto sucedía, grupos contemporáneos o más veteranos
que aquellos que primero fueron conocidos fueron subidos al mismo carro.
Smashing pumpkins, Hole, Jane’s addiction o Blind melon, por mencionar algunos,
fueron etiquetados como “grunge” (esa palabra que nadie está seguro de qué
significa y que los de Mudhoney reivindican como suya) o, posteriormente, como
“rock alternativo” (otra palabra que puede interpretarse de muchísimas
maneras).
El
rock alternativo vivió por más o menos diez años. Con esa etiqueta se catalogó
lo mismo a Nine inch nails que a Beck; a Breeders y a los Beastie boys. Luego,
aunque no hubo una ruptura real en el sonido (salvo el pequeño y en general
olvidable hiato del rapcore o como se llame), ese nombre fue olvidado a favor
de otros términos que también vendieron: indie, neogarage y quién sabe qué más.
¿Qué
fue el neogarage de principios de los noventa? ¿Regresar al sonido punk? ¿El
indie (otra palabra de origen antiquísimo) mezcló punk con folk? ¿Cuál es la
novedad en todo eso?
Y
el problema, otra vez, es que no hubo ni hay exactamente algo musical que
hermane a grupos tan disímbolos (hasta Portishead fue llamado en su momento
“rock alternativo” y en su momento el britpop también fue llamado así).
Todo era diferente, no nos vendían
tanta madre; no había celulares…
Si
nos centramos únicamente en los grupos más representativos del primer momento
de aquellos tiempos ahora míticos notaremos que, además de venir de la misma
ciudad y usar ropa parecida, no hay mucho más que los hermane.
¿Qué
fue el grunge y qué el rock alternativo? ¿Por qué tendemos a considerar a
tantos grupos como un todo coherente? Me inclino a sospechar que uno de los
motivos fue la necesidad de toda una generación de identificarse con algo (lo
mismo que ahora pasa con los llamados millenials). La etiqueta de generación X vino de
maravilla con el llamado grunge, el rock alternativo, los piercings, las
camisas de leñador y los tatuajes (¿dónde habré visto algo así?). Douglas
Coupland vio cómo el término por él inventado dejó de tener el sentido que
quiso darle, se quedó otra vez sin nombre para su generación, los jóvenes
tuvieron algo en qué creer mientras llegaba el tiempo de ponerse corbata y las
industrias del entretenimiento y la moda juvenil hicieron buen dinero.
Capitalismo
y afanes identitarios aparte, ¿hay acaso algo que haga posible hablar de todo
aquello si no como un movimiento musical, sí un fenómeno pop coherente?
Ese
algo fue la postura de la mayoría de los grupos de este tipo de música; la
negativa a subordinarse del todo a la industria del entretenimiento (que hizo
con ellos tan buen dinero, sin embargo). No se trató de la rebeldía pueril de
los grupos metaleros populares en los ochenta[2],
pero tampoco de la oratoria abiertamente política del mejor hip-hop que se
hacía ya desde entonces. La rebeldía no era política, sino cultural. Una
herencia que le debían tanto al punk como a la tradición folk proveniente de
los sesenta (y sólo en ese sentido puede decirse que hubo influjo en todos).
A
pesar de esta visión de los tempranos noventa, no debemos engañarnos. El
fenómeno cultural que propiciaron no tiene los alcances ni las repercusiones ni
del punk inglés ni mucho menos de la contracultura de los sesenta[3].
Incluso
musicalmente, la revolución que Nevermind
provocó sólo lo fue para el gran público.
Era bien chingón: la mata, el pogo;
mis pantalones de mezclilla con estoperoles…
Aunque
durante años vivimos recordando a los ochenta como un momento de pésima música,
no podemos ya seguirnos engañando. En esa década no sólo hubo pop (lo que desde
entonces entendemos como tal) de muy buena factura. Michael Jackson, Maddona o
Prince habrán estado integrados a la industria musical, pero produjeron algunos
de los discos más importantes del pasado siglo. Al mismo tiempo, la escena soul
y funk produjo uno de los géneros más importantes de los últimos tiempos: el
hip-hop. Un sonido que es inútil subestimar; en él, como en el rock en su mejor
momento, hay desde payasos ridículos hasta músicos con gran talento; desde
golpeadores de mujeres hasta personas con gran visión social y cultural.
No
sólo eso: en el metal subterráneo aparecieron grupos notables (así deba
reconocer que no soy aficionado a ese género), muy distintos de los glameros de
rímel y pelo de muñeca.
El
punk, por su parte, evolucionó en el postpunk y en el new wave, los cuales
fueron la verdadera música popular en los tempranos ochenta, sobre todo en
Inglaterra, pero también en gran parte de los Estados Unidos. The Cure, the
B52’s, Devo, Ochestral manoeuvres in the dark, New order, Big audio dinamyte,
Depeche mode, Joy division o hasta U2 y The Police no tienen musicalmente nada qué envidiarles a
los grupos de los noventa (sin hablar de los grupos punk que fueron ampliando
su sonido o de la movida de ska que algunos meten en el mismo saco).
Es
verdad que, con excepciones notables, estos grupos no mantuvieron una actitud
de confrontación cultural comparable a la de los grupos del punk setentero (de
los cuales sólo los Ramones continuaron con su sonido y disposición
originales), pero de nuevo, esto es sólo una parte de la música que existió en
los ochenta.
El
punk original se convirtió en el muy politizado hardcore y se hundió en las
catacumbas, se mantuvo en el genial desmadre de los Ramones (bandota que no
puedo ni nunca querré negar) o se extinguió con los Sex Pistols (grandiosos
músicos y performanceros; pésimos
rectores de su existencia). Pero su legado lo recogieron muchos grupos y
tendencias. No desapareció nunca (ni Throbbing Gristle ni los Red hot chili
peppers existirían sin él; es más, Madonna no es concebible sin el sonido de Blondie o de la más fresona Cindy Lauper, quien también tocaba new wave) ni
regresó en los noventa (porque nunca se fue). Sólo volvió a ser popular después
de unos pocos años en el congelador (de 1987 a 1990 en EU). De Never mind the bollocks a Nevermind no hay el gran hiato que
tantos pregonan.
Y
quiero llegar a lo que me interesa más. ¿De verdad Nirvana y Pearl Jam, por
decir algo, no tuvieron influencias directas? ¿Hay algo que los hermana además
de ese legado pop que, como vemos, no es nada desdeñable? ¿Hubo algo antes de
ellos que se inspirase en el punk tanto como en la música de los sesenta, el
folk principalmente? ¿Alguien que se expresase por esos años en circuitos
subterráneos aparte del hip-hop, el hardcore… y como siempre, los Ramones?
Claro
que sí. Por necesidad o convicción grupos como los ya mencionados The Cure y
Joy division (en Inglaterra) o Red hot chili peppers y Jane’s addiction (en
Estados unidos) se movían en circuitos muy diferentes de otros grupos. Y el
primero de ellos obtuvo éxito comercial masivo a pesar de ello.
¿Pero
qué decimos de The Smiths o Cocteau twins? Su sonido debe tanto al punk como al
rock de los sesenta más inquietante. No es extraño que muchos los asocien con
el “rock alternativo”, el “indie” o como le llamen. Y si nos vamos a los
Estados unidos hay tres grupos (principalmente) que fueron tan ignorados en su
momentos como alabados por los grupos de los noventa: los Pixies, Sonic youth y
R.E.M.[4]
Los grupos de mis años sí eran de
verdad; ahora ya puro vendido…
Todos
los inmersos en el rock de unas décadas a la fecha conocemos y amamos a los
Pixies. La aparición de “Where is my mind?” (una canción que, por cierto, no me
parece de las más brillantes suyas) en El
club de la pelea, y antes de eso, la pleitesía que hacia ellos mostró
Cobain (recordemos que se dice que no querían grabar “Smells like teen spirit”
porque “sonaba a copia de los Pixies”) los convirtieron en un grupo muy
conocido en ciertos círculos. Así pues, mientras escucho “Hey” (mi canción
favorita del Doolittle) los dejo en
este punto...
Sonic
youth, por las características de su sonido, abrasivo y experimental como pocos[5]
no es tan apreciado ni conocido. A pesar de esto, su disco más logrado (que no
el más vendido), Daydream nation,
donde conjugan perfectamente lo experimental con la necesaria melodía, es con
razón catalogado como uno de los clásicos del rock. Sus otros discos alternan
el ruido más áspero con la experimentación que, si no se tiene paciencia, da
hueva. Incluso su intento por hacer música más tradicional y subirse al carro
del grunge, Dirty, no logra cuajar
del todo. Sonic youth es un grupo de culto (nunca mejor dicho) que logró
darse a conocer ante el gran público bajo sus propias reglas. Fue un día muy
triste cuando la banda se rompió tras la separación de Kim Gordon y Thurston Moore…
casi tanto como cuando rompieron Angelina Jolie y Brad Pitt.
Finalmente,
R.E.M., el más conocido de los tres grupos (sí, los de “Perdiendo mi religión”)
y quienes recientemente (como dije, fueron semanas profusas en estas cosas)
cumplieron cinco años de separarse en total tranquilidad, en decisión por
consenso.
Y
a pesar de ser los más conocidos de los tres, no encajan en ningún lado.
Para
quienes se mueven en el circuito subterráneo y de culto, son un grupo pop (y
desconocen que ellos fueron de los pioneros que construyeron ese circuito
subterráneo); para los aficionados a la música de moda, son un “one hit wonder”
(sin sospechar que sus discos son casi sin parar una gran canción pop junto a
otra).
R.E.M.
toca punk desgarrando la garganta de Stipe (“Life and how to live it”), pero
también folk (“Electrolite”); tienen canciones desoladoras, de amores
enfermizos (“The one I love”), pero también otras que invitan a la alegría y a
la risa (“Shiny happy people”, con la gran Kate Pierson); tocan himnos
dramáticos (“Everybody hurts”) y también música desnuda hasta lo exagerado
(“Feeling gravity pulls”). R.E.M. tiene un sonido inimitable; una vez que
escuchas una canción de ellos, los reconoces. Desde que se reunieron, en 1980,
no han cambiado su música y, sin embargo, han coqueteado incluso con el rapping (“It’s the end of the world”).
A
diferencia de otros grandiosos grupos del subterráneo, no le temieron nunca a
grabar en grandes disqueras (permitiendo a su anterior disquera, IRS, beneficiarse de su nueva popularidad), pero siempre exigiendo total libertad
creativa, siempre bajo sus propios términos.
R.E.M.
fue —es—un grupo extraño en todo menos en su música (que siempre resulta
accesible, fresca y con un sentido pop desacostumbrado). Se negaron a
reemplazar a Bill Berry cuando decidió dejar al grupo para dedicarse a su vida
privada (“¿Qué hace un perro cuando pierde una pata? Nada: aprende a moverse de
manera distinta.”), hacen videos, pero hasta en ello deben estar en completo
control creativo (lo que ha hecho que hagan de los mejores cortos musicales de
todos los tiempos). Nunca han negado a sus influencias, que van de The Byrds
(escúchese la guitarra de Peter Buck, que tanto se parece también a la de
Johnny Marr, de los Smiths) hasta Yes (el bajeo de Mills), pasando por los Sex
Pistols (la batería robótica y minimal, pero precisa y armónica de Buck) y Bob
Dylan (las letras de Stipe). Por supuesto, en ellos se escucha la armonía del
rocanrol de la época Motown; pero también de los Beatles, los Beach boys y los
Velvet underground.
Pero,
a pesar de ser uno de los grandes grupos de los años recientes, nunca lograron,
al menos en nuestro país, llegar a ser ni un grupo de culto ni un fenómeno de
ventas (en el mundo anglosajón fueron en un momento una cosa, luego otra y, finalmente, un grupo incómodo que se mantiene en el catálogo porque atrae a
nuevos artistas, quienes los respetan).
No
sé a qué se deba esto. Los músicos del rock de los noventa y hasta la fecha los
admiran y les deben parte de su sonido[6];
no fueron exactamente una banda que se escondiera de la realidad social (aunque
no hicieron muchas canciones políticas, ahí está “Welcome to occupation”, por
ejemplo): apoyaron muchas causas y ahora mismo sus miembros hablan sobre Trump
y Ted Cruz; no fueron un grupo sólo de sencillos, algunos de sus álbumes son de
los más importantes del rock… Nunca se vendieron: hacían lo que les gustaba,
como y cuando lo querían hacer… y lo hacían muy bien.
Quizá
se deba a que, a diferencia de otros grupos, nunca dependieron ni buscaron el
impacto mediático; a que nunca buscaron la floritura musical, el arreglo para
lucirse. A que no fueron un grupo para que alguien pegase un poster suyo en la pared
sintiéndose malote, pues. Los miembros de R.E.M. no fueron agraciados
físicamente: un grupo de amigos de la esquina. No impusieron modas a seguir:
usaban la ropa que tenían a la mano (aunque a veces de forma muy graciosa). Tampoco se prodigaban en solos, florituras
y mucho menos poses fálicas (Peter Buck dijo que esas cosas eran divertidas,
pero que no le gustaban personalmente). A pesar de su talento como músicos (los
arreglos de cuerdas en algunas canciones son soberbios), no incurrían en ese hábito
fastidioso de la pedantería interpretativa. No fueron ruidosos en sus
declaraciones: preferían argumentar que dar el golpe sobre la mesa. No se les
asocia a drogas ni a una “vida peligrosa”.
¿Quién
quiere tener discos de un flaco que baila chistoso?
Bueno,
hasta tronaron como amigos, sin peleas ni excesos ni suicidios. Sólo querían
hacer otras cosas.
No
son únicos en ninguna de estas cosas (tal vez en la última), pero pocos grupos
aúnan más de una de estas posturas.
Y
así, 5 años después de la desaparición de R.E.M., 25 años desde Nevermind, 40 de que los Ramones tocasen
sus primeras notas; 50 desde el Pet
sounds y más de medio siglo de rock, seguimos aquí. Hay todavía buenas,
algunas muy buenas, canciones, lo que es de agradecer.
Ya
di un breve vistazo al reciente pasado. Basta con un rápido movimiento de los
ojos; con un sueño.
[1] Y
digo extrañamente porque en realidad, como menciono, hay poca relación entre
sus respectivas estéticas.
[2] Y
resulta interesante recordar que fue el éxito de Guns & roses el que llevó
a las disqueras a sumergirse en los circuitos underground donde encontraron a los grupos de quienes hasta ahora
he hablado. En términos de apariencia e
incluso en algunas influencias musicales tuvieron más de un punto en común con los grupos
entonces emergentes a pesar de ser otra cosa.
[3] Con
esto no pretendo que sean musicalmente inferiores; los veo como manifestación
social, solamente.
[4]
Los cito por ser los más importantes, ya por ser ahora muy conocidos o por ser
honrados por la mayoría de grupos de aquellos y estos años, sin embargo no son
ni con mucho los únicos. No haré una lista, pero ahí están —por nombrar a
cinco— Guided by voices, Dinosaur jr, The sisters of mercy, Throwing muses o Kraftwerk
(éste último, tan o más influyente que los mencionados arriba).
[5]
Sonido que viene directamente de los Velvet underground, pero que no es
exclusivo de la juventud sónica; escúchese a los Swans (no Zwan), por ejemplo.
[6] Dijo de ellos Cobain: “I don't know
how that band does what they do. God, they're the greatest. They've dealt with
their success like saints, and they keep delivering great music”.
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