PREGUNTAS PARA LA VIRGEN DE LA SOLEDAD
Leo asombrado el ensayo magnífico, soberbio y digno de
encomio que el valiente Fernando Vallejo, más conocido por sus labores
humanitarias (o como se les diga) que por sus novelas (dignas de todo halago y
vendibles como pan caliente al explotar un tema que los videohomes hicieron tan
popular: eso es visión de artista) escribió sobre Cien años de soledad y que
puede leerse AQUÍ.
No puedo sino rendirme ante sus razones.
Sin embargo, tonto que soy, señalo algunas cositas que no
entiendo bien en su argumentación. Espero que se digne a bajar de su mundo de
sabiduría para iluminarme.
A) Vallejototote se da cuenta de que Gabito no sólo no hace pésimas
novelas, sino que no sabe escribir siquiera (aunque todos le entiendan). Señor
y amo de la sintaxis, nos comenta que la frase inicial de Cien años de soledad
es un horrible anacoluto. Sólo que se le olvida que si se usa la palabra
"remota" (sobrante, señala él en su sabiduría), en todo caso se
justifica por una figura retórica que se llama pleonasmo (aunque también puede
ser una tara del discurso). Claro que como censurar a GM da de comer a los perros
abandonados (pobrecitos) y no criticar a, por decir algo, Miguel Hernández con
"Temprano madrugó la madrugada", pues es punto en contra de
Gabititito.
B) Híjole, aquí sí no hay que decirle al genial investigador
Vallejototote, el Gabitititito tuvo que haber copiado lo que aparece en las
memorias de Darío porque pues él y sólo él pudo haber conocido el hielo. Y él y
sólo él pudo haber escrito cerca un complemento circunstancial de tiempo. Ni
hablar: "Por él aprendí pocos años más tarde a andar a caballo, conocí el
hielo, los cuentos pintados para niños, las manzanas de California y el
champaña de Francia" es y será per saecula saeculorum lo mismo aquí y
donde sea que "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el
coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su
padre lo llevó a conocer el hielo." Son como dos espejos. Nada más que los
caballos se soltaron o ya andan pastando del otro lado del potrero; lo cuentos
pintados para niños se deben haber quedado en el librero y el champaña de
Francia regado la opípara cena con que Vallejototototote se entonó para
escribir su brillante ensayo.
C) Vallejo, eminente biólogo, nos descubre que no hay huevos
prehistóricos pues él entiende por prehistórico, el espacio de tiempo comprendido
entre la aparición de los homínidos y la escritura. Supongo entender, lego
que soy, pobrecito, que durante todo ese tiempo no existieron ni aves ni
anfibios ni reptiles ni para el caso ornitorrincos o equidnas (animales que me
dijeron que eran ovíparos), y así acepto su ilustrada aclaración. Nada más me queda
la duda de en dónde Vallejototote leyó que Gabitititititititito hablaba de
huevos de dinosaurios, reptiles mamiferoides, cocodrilos del cenozoico o de lo
que sea que hable, porque yo, mal lector, no lo encuentro por parte alguna.
También sería bueno recordarle que en el lenguaje común (e incluso por algún
biólogo que debe odiar al eminente Vallejo) "prehistórico" se puede referir a
cualquier cosa antes de la aparición de los humanos. Pecado de Gabito: escribir
para el lego y no para el genial Vallejo (quien además, lee lo que otros no
podemos).
D) Vallejo nos descubre que la lengua nace de una vez
conformada para siempre y que así queda inalterada. Esto da una lección a todos
los lingüistas, quienes sospechaban, pobres de ellos, que la lengua cambia con
el tiempo y que cosas o situaciones que no tienen nombre se lexicalizan con el
paso de los siglos. Así, Vallejototote nos enseña que cuando los españoles
llegaron a América con esa maravillosa "lengua de civilización"
---como dijo Toynbee, ponganse de pie-- ya el jitomate tenía nombre en ese
idioma. Eso para que no crean eso de que viene del náhuatl. Tampoco es verdad
que el jaguar no tuviese nombre y se tuviese que tomar del guaraní. Mucho menos
imaginar que los ilustrados españoles tuviesen que señalar con el dedo a los
bárbaros indígenas para que ellos supiesen qué cosa les preguntaban. Pues cómo,
si esos "dialectos" no son civilizados.
También Vallejototote, además de leer lo que otros no y
sorprenderse porque los nombres propios no se encuentren entre esas cosas que
no tenían nombre (porque como todos sabemos, las personas somos
cosas... y si no lo sabían, pues Fernandote ya se los enseñó), es capaz de
viajar en el tiempo y descubrir que como diría Paz (otro cerdo) "Todos los
siglos son un solo instante". Esto porque cuando ya han pasado bastantes
años (en la trama) y páginas (en la novela) se asusta de que en un lugar donde las cosas no tienen nombre
haya grados militares (y se le olvidó decir que hay gitanos, después ferias,
después mujeres que deben ser degolladas todas las noches y hasta hay guerras).
E) Vallejototote nos señala que el malvado Gabitititito se
fusiló la costumbre de Rulfo de poner nombre y apellido en todos sus
personajes. Pues es que quién más que el autor de Pedro Páramo hace eso.
Habrase visto. Un pillo de lo peor. Lo malo es que Gabriel García Márquez (ven
cómo también yo me fusilo a Rulfo) dijo varias veces haberse inspirado en la
prosa del autor de El llano en llamas (y que su frase inicial es una paráfrasis
de una de Pedro Páramo). Esto o no lo sabe Vallejototote o se le olvidó, o no
le importa o como no parece un descubrimiento de su genialidad, no da para
alimentar a más perritos.
F) Lástima Margarito, o mejor dicho Gabititito. Te volvieron
a ahorcar la mula de seises. Tu copia de Balzac es clara y rotunda. La
monumental novela que versa sobre un alquimista que se arruina buscando la
forma de encontrar la piedra filosofal y así convertir el hierro en oro es,
como no, el modelo para una novela que en sus cuatrocientos y pico de páginas,
usa unas veinte para tratar un tema lejanamente relacionado. Ah, porque, claro,
en La búsqueda de lo absoluto también están las guerras del coronel Aureliano Buendía; también, cómo no, la fiebre del banano. También la subida al cielo de la mujer
más hermosa del mundo y los torneos de comida de Aureliano Segundo. ¿O no
están? Bueno, confiemos en Vallejototote, que él sabe de lo que habla (o seguro lo leyó con su capacidad sobrehumana en alguna parte que los mortales no podemos). Por otra
parte no debemos olvidar que la mención de la piedra filosofal es suficiente para hablar de plagio. Así,
resulta que hasta la primera parte del ubicuo Harry Potter es una copia de
Balzac. Y si tomamos --cultos que somos-- la idea de la imposibilidad de
transformar al mundo por la ciencia humana (creadora de monstruos), Mary
Shelley también es una plagiaria. Y hasta el folklore judío y su Golem. Y...
y... y...
G) Finalmente, nos iluminamos cuando Vallejo nos ilustra en
el buen gusto en las letras (propone desterrar a la "ñ", fuchi de
letra que ni aparece en los teclados de la lengua más "de
civilización") y nos pone sobre aviso de que nunca lo felicitemos por
cumplir años (caños/coños) pues también es pudendo y "lefe tifiefenefe
mifiefedofo afa sufu profopifiafa mifieferdafa". No sólo eso: nos da
valiosa lección a los pobres mortales que no sabemos poner títulos pues aclara que estos deben ser lo más claros posibles (pues el lector, es, como sabemos, medio tarolas). No vaya a ser que el potencial comprador que se pasea por el Sanborns se quede confundido porque no le entiende al título y se crea una cosa
en lugar de otra. Pues sí, Cien años de Soledad, podrían referirse al siglo de
una señora que se llama Soledad. Es una lección que debían aprender Borges
(¿qué es eso de Ficciones?; los amantes de Asimov se sentirán
decepcionados) o Rulfo (¿cuál llano quemándose?) o Shakespeare (A vuesto gusto,
libro que debería ser de cocina). Lo malo es que, a ver señor Vallejototote,
¿cuál Virgen de los sicarios?, ¿la Virgen madrecita de Diosito o la virgen a la
que todos quieren quitarle el título? Perdón, yo nomás pregunto. Es que ya
sabe, uno que es virgencito y riega las flores.
Bueno, todo eso lo sabrá el señor Vallejototote, siempre tan
personal, tan circunspecto, tan ajeno a esa maldad fascista y totalitarista del
narrador omnisciente. Él, quien sabe que el pinche Dostoievsky, como el puto
James Joyce, como el temible Cervantes no son más que eso: fascistas.
Ni modo. Vallejo ha hablado. Caigamos en oración. (y no
olviden cuidar a un perro de la calle, que ya otra vez nos recalcó que él sí
dona hasta sus premios: qué hombre).
César Alain Cajero Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario