domingo, 29 de septiembre de 2013


Acto de contrición

 

Y perdónenme,
                       a mí también me duele América.

Pero qué vamos a hacerle si la sangre es un río
y en mi sangre también entraron todas las distancias.

Si yo me digo: cuidado,
                                   entras en el tiempo
y en la primera letra de la palabra América
ya está la punta de la lanza hambrienta de holocaustos.

Me digo: cuidado
                      porque con cruces sembraron el Calvario
y esta lengua en la que escribo
me es traición a mis esclavos.

Pero qué voy a hacerle
si mis abuelos me dieron a beber el humo
y ya no sé hablar.

Carajo,

ni siquiera pienso,
al entrar a un cine o al teatro,
o a mi alcoba desnuda,
                  en mis antepasados.

Qué voy a decir.

¡Traición, traición!
 
En mi defensa.

Si mi llanto es por otros llantos.

Enciendo un cigarro, canto una oración.
Apago la puerta.
Cierro de luz la llave.

Y, perdónenme,
a veces enciendo el sol,
recorro este sendero.

Y siempre, a veces,
                                 canto.
 
 
 
César Alain Cajero Sánchez
Noche, verano del 2013.

sábado, 28 de septiembre de 2013


Más mejor


Como todos, he creído saber lo que es el bien y el mal; como todos, me he equivocado.
Como hijos de nuestro tiempo, creemos haber llegado a un grado superior de moral; creemos que nuestras certezas son más sólidas que las de los siglos que nos preceden.

Si en el terreno estricto de los conocimientos que tenemos sobre el mundo que nos rodea es sencillo caer en la creencia del progreso, aplicar tal concepto al terreno de la moral es cuando menos discutible.
Es verdad, hoy en la mayor parte del mundo la esclavitud es ilegal: nos horroriza. Ello no impide, por supuesto que lo que antes fue un trabajo obligado por los señores, ahora lo sea por toda una sociedad que sanciona lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. Una sociedad que es dirigida por el dinero. Hoy día los sacrificios humanos nos parecen terribles; no la alienación ni la atomización que para algunas sociedades constituyen el peor de los castigos.
Un cambio en la moralidad, sin duda. ¿Un progreso?
La noción de progreso no solo precisa el cambio: encontrar cambios en las formas físicas, biológicas, sociales o morales no implica necesariamente que exista un progreso.
La idea de progreso implica que hay un punto de perfección: para que haya perfeccionamiento, debe haber necesariamente un modelo. A lo largo de la historia ha habido muchas Ciudades de dios, tantas y tan distintas como pensamientos ha habido. ¿Cuál es la buena? La respuesta: la que más se acerque a nuestro horizonte cultural. El problema, otra vez es hay cambio y variedad. No perfección ni criterios de perfección inobjetables.
Superioridad, por otro lado no implica complejidad. Una moral no es mejor que otra por su complejidad: el cristianismo es infinitamente más sutil que el Islam en su teología sin que se pueda afirmar que su moral es mejor. El budismo es mucho más sencillo que el hinduismo, sin embargo su moral no es mejor… ni peor.
En ello radica el problema de hablar de un progreso moral. Ni siquiera la analogía con el universo natural o con la ciencia puede aplicarse y ese es uno de los argumentos contra la idea de progreso. ¿En qué es superior un animal a una bacteria? La estirpe de la segunda ha durado mucho más sobre la tierra y es mucho más adaptable. Si la eficiencia es un criterio de perfección (y tampoco tiene por qué serlo), entonces la bacteria es muy superior a un ser humano.
¿Ser es superior a no ser?, ¿lo complejo es mejor que lo sencillo?, ¿la cultura es más perfecta que la naturaleza? No lo sé. En los dos últimos casos inclusive me atrevería a defender lo contrario. Un budista podría decir que el ser es un accidente de la ilusión.
Se dice que si no existe progreso en la naturaleza, sí hay una creciente complejidad. No lo dudo y de hecho me parece natural. Para que algo pueda desarrollarse, es necesario que primero haya elementos más simples. También para que algo pueda descomponerse. Ello no implica, empero, que lo complejo sea mejor que lo simple.
Que en la naturaleza haya cambio difícilmente significa progreso. Bien, entonces es el hombre quien realiza el progreso. Marx y Hegel… y antes que ellos, el cristianismo, aprobarían tal idea. El hombre redime a la naturaleza y con su primera negación pone a moverse al mundo. Lo mejora.
La cultura de los primeros tiempos humanos ha cambiado. Ha cambiado su vestimenta, su forma de alimentación; ha cambiado su religión, su arte, su poesía; ha cambiado, claro, su moral y su ciencia. ¿Ha progresado? No veo claro que sea así. ¿Es superior el arte actual que el de los egipcios?, ¿la escritura fonética es mejor que la pictográfica?, ¿comer semillas transgénicas es mejor que recolectar ñames?
Si no en el arte ni en la cultura, entonces en la ciencia, se puede argüir. Esto es más difícil de refutar, pero tampoco es imposible: que una cultura atribuya un fenómeno a un dios o a una fuerza impersonal es indistinto: la evidencia ya estaba ahí. Que la cultura occidental busque ordenar esa evidencia y buscar en ella generalidades (o leyes para decirlo de otra manera), es más un enfoque cultural. Si antes no las formularon es porque no era parte de su interés cultural. Nosotros tampoco tenemos el suyo ya.

Que una época hable de una creación a partir de Caos, luego a una explicación de la gracia inexplicable de Dios; que luego ambas teorías sean refutadas a favor de una explicación mecánica y que apunta a la generación espontánea no la hace mejor. Tampoco peor. Por supuesto, que tal idea luego sea rebatida y que ahora se hable de un Caos del que surgió todo por una casualidad inexplicable no es sino el cambio de una palabra por otra.
Pero yo no rebato a la ciencia. Sólo apunto que la verdad (o mejor dicho, la fantasía, la creación de la verdad) siempre ha estado ahí. Me fascinan algunos científicos, pero no por su Verdad, sino por su imaginación. También me fascinan los Vedas y sus conflagraciones infinitas.
La técnica, claro. La acumulación de saberes para hacer mejor la vida. Bueno, ahí, se dirá, ahí sí hay avance.
No estoy del todo seguro.
Si el propósito de la técnica es mejorar la vida. ¿Somos más felices, más sabios, más buenos que los hombres del siglo pasado?, ¿somos peores? El hombre está fuera del tiempo, mejor dicho, vive siempre igual, fuera de la Historia. No hay más felicidad hoy que hace mil años, tampoco más desgracias. Son, eso sí, muy diferentes.
Quizá lo que llaman progreso es, para decirlo feliz y fácilmente, tener más cosas. Ciertamente hoy tenemos rete hartas cosas. No sé si más que las que tenían los romanos. Pero ni hablar, tenemos un chorro de cosas. Poseemos más. ¿Eso es progreso?
Repito mi pregunta, ¿eso es el progreso? O para hacerlo más claro: ¿la perfección, el modelo que seguimos es simple y sencillamente tener más cosas, apoderarnos de más y más?
Eso es muy comprensible. No todas las culturas lo aprobarían, pero qué más da. Celebremos nuestro progreso, que sí, existe. No se diga más.
César Alain Cajero Sánchez

domingo, 15 de septiembre de 2013


La misa y los personajes



Sin arte no hay artista, parece una idea inocente y elemental, sin embargo lo contrario es lo que piensa el público universal. Los críticos lo creen aunque digan lo contrario, los académicos lo aplauden aunque rebatan la idea; los artistas mueren por ser artistotototas de verdad; los lectores lo celebran a pies juntillas. Y claro, si preguntamos a una persona de la calle que entienda la cuestión, ni hablar: el arte sigue al artista.
Herencia del romanticismo y su necesidad de destruir los límites entre arte y vida; de romper con la domesticidad que los neoclásicos con sus academias y buenas maneras impusieron; la imagen del genio atormentado es uno de los monstruos que produjo la razón ardiente.
No es de sorprender esa reacción: el genio, con su vida, es la figura que encarna la chispa de lo divino. Es la vida y no la academia lo que entrega los laureles al poeta. Un espíritu de salud recorrió los salones ilustrados cuando ese joven saltó y bailó sobre las leyes y las “objetivas” apreciaciones artísticas. Sin embargo, ese joven pronto se convirtió también en juez y armado de toga y birrete hoy dirige a una panda de caciques dispuestos a aceptar entre sus filas a cualquiera que cumpla con sus fantasías.
El artista como loco, como un ser casi divino que ilumina con su caída tiene justificaciones de orden histórico. Como olvidar a Rimbaud y su larga noche; a Nerval colgando desde la absenta. Como no pensar en Neruda al mirar América desde sus persecuciones y el Machu Pichu.
En el siglo XX, sin que la imagen del genio poeta desapareciese, la estafeta fue tomada por esos bardos que fueron (ya no son, temo decirlo, yo también fui hijo del rock) los músicos populares. Jim Morrison, Janis Joplin, Cobain, Syd Barret: la locura y el genio.
Hoy, cuando el mundo del arte está de nuevo embelesado con la idea de orden, de método y de análisis, cuando los artistas son académicos antes que creadores y mercaderes antes que académicos, es natural que cualquier asomo de rebeldía romántica sea celebrado. Pero es triste constatar, y eso es lo que no ven muchas veces los panegiristas, que también para ellos, lo que menos cuenta es el arte, sino una figura a la cual someterse.  Un pontífice al cual seguir.

Si ser un artista académico da sus frutos en los salones literarios y las universidades; ser un profesional del escándalo, lo dará entre esos miles expulsados de dicho salón por su             —piensan ellos— talento.
No importa, entonces, que la obra sea inexistente, mediocre o simple y llanamente deplorable. Importa la figura del artista. Importa su locura y su genio. Que se emborrache, que esté obsesionado consigo mismo, con sus drogas; con sus fracasos. Que grite y vocifere, que ría, juegue, que llore en un sillón masturbándose. Si no hace nunca nada, no importa, siempre se puede filmar una bonita película sobre su caída.
¿Pero entonces reniego de Rimbaud y su desarreglo de los sentidos? No, y eso es lo que no alcanzan a ver, ni siquiera a sospechar, los endiosadores del artista y de sus libros autobiográficos (que nos enseñaran cómo ser grandes artistas).  Lo que no ven es que Rimbaud es su obra; no hay poeta, sino obra. Y si el amanuense de esa voz que llamamos literatura es un libertino como Nerval o un ciego amante de las bibliotecas como Borges, qué importa. Lo que interesa es la obra, o mejor dicho: las palabras que dejan entrever una vida. No la del artista: la nuestra. No la nuestra. La otra. La vida está en otra parte.

Hoy día la academia de los buenos gustos celebra misas solemnes donde las personas escuchan a borrachines gritar y retorcerse; nadie escucha sus palabras: es un acto. Seamos más explícitos: una farsa.
Ah, pero claro: el happening, la irrupción de la fiesta.
Recuerdo que en la fiesta el elemento central era el arte: era (es) la forma en que los límites del yo desaparecen. Símbolo: muerte y resurrección. ¿Es un ritual la lectura de poemas en nuestro tiempo? No. Es una misa de fariseos. Es decir: es una parodia de ritual donde lo que falta es precisamente el motivo central. Es una consagración sin fe, porque para los asistentes, la sangre y la carne no importan. Lo que importa es el sacerdote que muestra sus llagas. Y que nos permitirá un día ser nosotros también artistas. Importan las maneras que hay que demostrar. Si gritan, hay que gritar más fuerte; saludos, besos de manos.

Qué imagen de oficiantes dan los artistas de hoy, tan atareados en no PARECER serios; tomándose insoportablemente en serio su arte o lo que pasa como tal.
No son sólo los aspirantes a artista quienes siguen estos gestos. Todos tienen un papel en la representación. Ahí está el antologador que descubre a un nuevo poeta que escribe en servilletas e innova porque en lugar de "y" pone "&"; ahí está el crítico que habla de la nueva disolución de la academia porque la poesía ya está aquí y se llama XXXXX; ahí están las editoriales prestas a buscar a la nueva estrella de rock reencarnado en literatura porque él sí se rifa el físico, no como esos otros que... pues no se lo rifan (o no lo dicen, lo cual no es bueno para la vendimia). Los cadáveres venden libros. Y vender es nuestro negocio.

Al artista le está permitido todo, salvo no ser artista. Si no lo es (o si alguien no lo arropa como tal), entonces es un cualquiera: es uno como nosotros (y nosotros no queremos ser nosotros). Es un borracho de banqueta; es un histérico; es un predicador de camiones.
Pero si escribe con huevos y hace mamotretos de 500 páginas donde describe su vida que es mi vida y tu vida (o mejor dicho, lo que queremos que sea nuestra vida para ser grandes escritores, valga la repetición)entonces la susodicha no está en otra parte. Está aquí. Y vende como pan caliente.


César Alain Cajero Sánchez

¿Por qué chingados esto es poesía?

¿Por qué chingados esto es poesía?

 


Aquí pongo dos poemas, uno de denodado poeta con antología en el FCE y toda la cosa, creador (dicen quienes saben) de una línea en la poesía que representa un camino abierto y una alternativa al monopolio cultural. El otro lo escrebí yo hace ratito mientras me reventaba una birria. Adivinen cuál es cuál.

Además de eso, propongo unas cuantas maneras de diferenciar fácilmente lo que es poesía (la del escritor revolucionario y maldito) de lo que no (mi carne roja en digestión).

Criterio 1: LA OBRA.

Normalmente diría que se fijasen en esto: en su construcción, su lenguaje; aquello que el poema y sólo él puede revivir en el lector. Para eso no se necesitan medir los versos ni saber qué cosa es una prosopopeya, sólo experimentar el poema, leerlo, pues. Lo malo es que en este particular y pos pos pos... pos moderno caso, nomás no se puede porque pues no se va a poder.

Criterio 2: LA TEORÍA.

Este es el criterio favorito de los académicos y demás gente que se asusta del primer criterio pues es "impresionista y poco riguroso". Básicamente es el que enseñan en las preparatorias y universidades y consiste en hablar de manera que nadie entienda, pero que parezca algo así como que científico y erudito.

Ahí va un intento con el primer texto:
 
Adolescencia bisiesta es un ejemplo del cambio de paradigma que se dio en los años setenta y ochenta del siglo pasado. Desde el comienzo hay una gala de erudición que no es fruto de un día: la grupa bisiesta de López Velarde se transforma en una adolescencia sin fin. El canto de un hombre que sabe que ser rebelde y ser joven son sinónimos, pero que, también sabe que esa condena es su redención.

No es tampoco casual la dedicatoria, para Blaise Cendrars, el epítome del artista puro. Aquel que consiguió llevar a su depuración perfecta el simultaneismo en piezas tan compactas como rigidas. Cuadros de tiempo, las llamó algún crítico. Cuadros de un tiempo detenido: una adolescencia petrificada y por ello mismo, como un Heráclito diría: una perpetua llama que se consume y nace de nuevo.

Hay que admirar la manera en que el artista ha decantado la influencia tanto del mismo Cendrars como de Ezra Pound en los primeros versos. Sin desdeñar nada, sin excluir nada, como buen lector de sus tiempos, el autor bebe del arte pop y redescubre a la Kriptonita, el talón de Aquiles del Superman; ese remedo del verdadero Ubermensch que parece reflejarse en el propio poeta. Sabe que es un superhombre en potencia, pero ya intuye su trágico fin: ser un proyecto irrealizado.

Esto, por supuesto, ya presagia al celebrado autor que se convertiría en el vocero de su generación...

Lo malo, ni modo, es que también podríamos hacer algo parecido con el segundo de estos poemas (digámosles así), y con el catálogo de chambritas de mi abuela. Pero bueno, no seamos pesimistas, siempre podemos contar sus sílabas bien chido.

De hecho ahí va:

La erudición no está peleada con la vida ardiente, como ya lo sabía Rimbaud. El poeta aquí va de Gorostiza a Salomón y la enigmática cita del Eclesiastés en Muerte sin fin es transmutada aquí al Cantar de los Cantares y al Apocalipsis. Influido por el autor de Iluminaciones, este poema es un pequeño viaje del cielo al Infierno. El infierno del mundo moderno, pues como Neruda, a quien homenajea, sabe que el hombre moderno es todos los hombres; la miseria de las civilizaciones y sus restos.

La atrevida ortografía del autor no es casual ni un vano intento por epatar; no. Es una liberación de dogmas y el inicio de esa batalla con el lenguaje que es el corazón de la poesía de esta generación. Vean que el mismo truco conceptual donde las únicas palabras aisladas en las series de versos: Arriba y Simas son los dos puntos del viaje del cielo al Infierno. Un Infierno (la sima) que se transmuta en cielo porque con gran malicia el autor la colocó en un verso donde Sima debería haberse escrito Cima. Juegop conceptual donde arriba es abajo. Lo que es reafirmado por la coquetería pop (recordemos que los sesenta, año de creación de este poema, es la década de la matanza en Tlatelolco y de los Beatles). “Happiness is a warm gun” remite al vaivén de una generación, entre la utopía y la masacre...

Criterio 3: La vida del autor.

Pues si la obra no nos sirve porque la verdad no importa y la teoría sí nos sirve, pero pues ya vimos que tampoco… queda decir que la que sí vale es la vida rete arriesgada, valiente, iconoclasta y chida del autor del poema neto. Ese es… ¿cuál piensan que es?

ADOLESCENCIA BISIESTA


 Para Blaise Cendrars



 Trabajaba entonces con cincel de kryptonita verde
 /fino & dañino/
 Como pocos dientes de coyote
 Como pocas ¡pocas! bolsas marsupiales

 Acariciaba mi bragueta adelante & detrás de las ventanas
 Novias chinas: golpe de suerte
 & estribillos de esa índole

 Escalinatas de Metro: mis sonrisas
 Toboganes de espuma: mis miradas
 Compases de 1000 puntas / cada paso

 Martillos sin 1 clavo pero lluvias muy muy lluvias
 mis bolsillos

 Poesía crecía en belleza

 Dormir era 1 despertar / en sus alvéolos
 Manotearse el pelo: rehiletear 1 ojo
 escupir caminos para los que chingan más que salvan
 los zapatos

 ¡Dinero gratis! ¡autopistas gratis!
 ¡Aventones para Monte Albán!

 Me enamoraba de llamas

 Conversaba con ciempiés

 Grababa en piel de yunque el chismorreo monosílabo
 que trompetean los semáforos

 La ciudad me era tan labio / tan capullo / tan pezón
 Jugaba con la doña a la pared & los orines

 Hemoglobina no bajaba de ocurrente
 Respirar me era tan Mark Twain / tan William Burroughs
 ...Burra cargada de...

 Botella con mecha interna & hacia afuera
 El desierto ¡por fin! derrotado por la voz
 Mi pata de mambo: puro calcio
 poniéndole semillas a la tierra
 cascabeles a los botes
-disecando las baterías del adefesio--
Electrificando el espacio de los bailes
 única & solamente con giros populares
 Muy muy muy acompañado recalentado invadido de mí.

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EBRIO DE MIS 6 CERVEZAS


Para Salomón y Juan


Sentado en la epidermis de mis 2 nalgas
bago con la nube roja.
No tengo ya sino 1s calsones y dise que ya se a kansado hasta de todo eso.
Hasta de mis piernas bebo porque el cisne en la oreja
kanta con voz del que debería ser torsido.

Torcer, bolber, sentarme i que me sienten otros coraSONES
porque el mío ya fue entregado al dios que
 arriba
del monte en forma de cu ha desbestido a las vírgenes locas.

Ay Van Gogh, tú te arrancaste una oreja,
yo arranké mi bida entera y ahora, akí, sentado sobre la tierra espero la sarsa ardiente
y 2 pesos más para lebantar a la bieja
y desirle que me dé otra para lebantarme de la kruda
i ser bino y ser tal ves otra ves alguien.

Ya sabes, es kinse de septiembre y otros ya han kortado kabesas i kuerpos,
 los mismos ke me yebaron entonses y dijo Pedro de Albarado
pinches putos españoles, por eso estamos como estamos,
les arranko una oreja y pinche sangre, bamos a tener que ponerselas
o tendremos una maldisión de mil años.

Soy un blanko y no dormiré en la playa armonikana por la eternidad
ni kiero morder la kulata de los fusiles, pero sí el kulote que tokó
la metrayeta porke en esto me elebo al sielo
komo antiguamente en la
sima
de la piramide y desde aí ya sabes, adiós rey,
di de nuebo al tlatoani ke as sido redimido
en esa plasa que fue tuya.

Happyness is a warm gun.



César Alain Cajero Sánchez

martes, 10 de septiembre de 2013


 Cómo ver conversaciones (en la catedral) ajenas



Antes de escribir el ensayo de esta semana, un amigo y yo mero conversamos sobre lo que iba a escribir. La plática sirvió, además, para aclarar y dar ejemplos. Pongo esto para abundar sobre mi mariguanada de la semana. Además igual es emocionante ver qué decimos dos tipejos sobre ello.
Yo - ¿Pero qué cosa es "real"?

Roberto- En sí sepa la chiflada que sea real.

Yo - Sip, de todas maneras es buena pregunta.

Roberto - Eso que ni que; supongo que lo real es lo que aparece frente a mí. Esa es mi realidad. Pero pa’ uste’ qué es real?

Yo - Ah, eso lo escribí por ahí. Pero pues mire, mientras hacía el post sobre la política buscaba imágenes y me encontré con una que más o menos me satisfacía, la página en donde la pusieron es de un político, creo que argentino.

Roberto – Aja. 

Yo- Y se preguntaba para qué sirve la política. Comentaba que fuera de las explicaciones filosóficas, la política se ocupa de cosas "reales" como decirle a las personas cómo habrán de alimentarse; qué habrán de vestir y eso. Todo eso me hizo pensar en algo: sí, es verdad que esas son las preocupaciones cotidianas.

Roberto – Sip, pero…

Yo- No estoy seguro exactamente que las explicaciones filosóficas por no ser cotidianas no sean "reales" ni que sean inútiles. Supongamos que la preocupación cotidiana de un muchacho (digamos de la comunidad) sea obtener dinero para comprarse digamos un celular. La "política que es real" le buscaría supongamos trabajo. Se supone que eso hace: usa el poder público para satisfacer a los ciudadanos. Ahora, lo realmente interesante sería preguntarle para qué quiere eso.

Roberto – Simón.

Yo - Ahora, eso me interesa porque aunque en este post no toco el tema sino de pasada... En el sentido de que la política es la búsqueda del poder y en nuestra sociedad todo se ve como una lucha por el poder; por la dominación —tanto el sexo como el arte; tanto en la economía como las relaciones humanas. Todas las tendencias políticas occidentales piensan que lo importante es dominar a la naturaleza y aumentar la producción; quién sabe para qué, nunca lo dicen ni se lo preguntan pero eso buscan.

Roberto - Mmm, bueno por la riqueza. Por incrementar el capital y derrocharlo

Yo- Pues eso sería bueno de cualquier manera preguntarlo: ¿para qué te sirve incrementar el capital?, ¿para qué “derrocharlo”?, ¿te hace más feliz?

Roberto: Bien, ya le capté.

Yo-  En realidad seguir los valores que tenemos es fácil. Pero realmente, según yo, no es tan difícil ponerlos en jaque, preguntarnos ciertas cuestiones. Ponerlas en crisis. ¿Para qué sirve la riqueza, el poder? Bueno, pondré un ejemplo que les di a los muchachos de la comunidad.

Roberto- Sí.

Yo- Supongamos que se van del campo. ¿Para qué? Lo más normal sería decir: pues para obtener dinero.

Roberto: ¿Y para que les sirve?  Primero, para comprar cosas.

Yo- ¿Para qué se usa el dinero? Pues para comer por lo menos al principio.

Roberto- ¿Que cosas y de que sirven?

Yo- ¿Y aquí no comen? Aquí ya hay diferencias porque en efecto, hay lugares donde no hay comida curiosamente por la sobreexplotación del suelo; el cual se concibe para nosotros como un objeto a usar. Ello redunda en la situación de miles de comunidades. Pero bueno, en la comunidad no pasa eso. Ellos dirían que sí, que sí comen. ¿Entonces para qué van? Pero bueno, entonces les sirve para comprar cosas... Muy bien. ¿Cómo cuáles?
http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/thumb/1/10/Momo_260905.jpg/240px-Momo_260905.jpg 
Roberto- Un tractor amarillo o unas mulas.

Yo- Buena respuesta. Y eso llevaría a otra cuestión que mejor dejamos para el final. Lo que ellos dijeron es que tendrían dinero. ¿Dónde viven las personas que tienen dinero, pregunté? En la ciudad, contestaron. Les dije que en general, no. Más bien ahí viven los que buscan tener dinero. Los ricos, en general, viven en el campo. O al menos ahí tienen sus casas de descanso

Roberto – Claro, donde la vida es tranquila y lo que les rodea es bello

Yo- ¿Por qué? Pues porque vives en un lugar completamente distinto a la ciudad. Precisamente lo que se busca son cosas que la ciudad no puede dar. Y curiosamente es el mismo lugar de donde sales en primer lugar. Ahora, aun si supusiéramos que a alguien le gusta la ciudad…

Roberto - Sí, aunque no es lo mismo, en realidad todos buscan lo que no tienen. Por ejemplo a usted le gusta el campo. Pero,  por qué. Al Chozas le gusta la ciudad pero por qué.

Yo- Tienes razón, pero hay muchas culturas que no quieren cambiar nada. Otras (occidente, claro; que es la cultura dominante) valoran el cambio.

Roberto- Sí.

Yo- Bueno, Chozas no ha conocido la vida en el campo (cosa que siempre le remarco cuando dice que le gusta la ciudad); por otra parte también cuando iba en CCH me parecía imposible dejar la ciudad. No me desagrada tanto como piensan en realidad. 

Roberto- Sí, eso lo sé.

Yo- Pues allá les comentaba algo: tampoco es que la ciudad sea horrible. No lo es.

Roberto- Sí, pero carece de muchas cosas. Y el campo de otras.

Yo- Eso me parece un buen punto de partida. Dígame. ¿de cuáles cosas carece el campo?

Roberto - Depende de que busque.
Roberto - En realidad por ejemplo a Chozas le gusta la ciudad porque le gusta ver mucha gente. Multitudes.

Yo- Me parece muy bien todo eso. No discuto los gustos. Lo que yo quisiera es que nos preguntásemos por qué nos gusta eso y para qué. Ya sé que no es algo consciente, pero quiero llegar a un punto. Sigamos.

Yo- Respecto a la cantidad de gente, a mí no me gusta, sólo no me molesta, pero como sabe, desconfío de las masas.

Roberto- Sí,  lo sé. De hecho a mí sí me desagrada.

Yo- Las dichosas masas suelen actuar de forma estúpida (aunque cada una de esas personas sea valiosa).

Roberto- Por otra parte, de la ciudad podemos decir que los atrae todos los servicios con los que cuenta (ya sé que nadie los necesita, pero sin duda atraen).

Yo- A ver, cómo qué servicios.

Roberto: Ahora bien, no todos podemos vivir en el campo. Somos demasiados. Aunque estaríamos más separados, nunca como actualmente se está en el campo. ¿Cree usted que hay un equilibrio para llevar lo que usted dice a cabo? Vaya una ciudad sin servicios tiende a morir. Por ello existen.

Yo- Muy bien, pero hasta el momento no estoy proponiendo nada. No he dicho que nos vayamos a vivir al campo (eso es otra discusión, pero no, no pienso eso; cada quien debe y puede hacer lo que quiera; yo sólo quiero que lleguemos a ver cuál es básicamente la motivación de nuestra sociedad). Para eso es que estoy preguntando para qué sirven esas cosas o para qué las quieren. Verá que no es tan sencillo ni tan frívolo como parece. 

Roberto- De cualquier manera pregunto cómo sería si todos lo hicieran.

Yo- Bueno, eso depende, si quieres vivir con el tipo de vida de la ciudad pero en el campo, no se podría. Claro que eso sería algo absurdo. No sólo por costos sino que de hecho sería contraproducente: gastarías más energía y depredarías más recursos que en la ciudad. Pero lo mismo puedo decir al contrario: sería imposible vivir como en el campo en la ciudad. Imposible, en verdad. Pero bueno, hablaste de servicios y bienes. ¿A fin de cuentas quién le da valor a las cosas?

Roberto- Nadie les da valor.

Yo- No, claro que les dan valor. Si una persona puede matar por un diamante, aunque no sea de Diamántoli.

Roberto- Ahhh. Ese tipo de valor. Eso ahorita lo vemos. Sin embargo, antes, sobre los servicios: una ciudad sin agua potable, sin electricidad o sin drenaje perece.

Yo- Bueno, es curioso que digas que vienen a la ciudad por los servicios y luego digas que una ciudad sin servicios se muere. Eso suena a un argumento en círculos: vienen a la ciudad en busca de servicios porque la ciudad no puede existir sin esos servicios. ¿O sea que se viene a la ciudad para ser dependiente de servicios?

Roberto: No; esos son solo algunos de los servicios básicos. También es más fácil conseguir cosas con más facilidad (claro está, si tienes dinero).

Yo- Es verdad, pero sigo con mis preguntas, a ver a qué llegamos: ¿como cuáles cosas consigues?

Roberto: La comida. La variedad de la misma: cocinada, cruda en muchas variedades.

Yo- No estoy tan seguro de ello. Indudablemente hay mayor variedad de productos, sin embargo que sea “más fácil conseguirlos” depende del punto de vista. Si para tener alimentos te basta con ir al patio de atrás, pues no es tan difícil. La variedad, también depende qué busques. Pero bueno, sigamos.

Roberto- En la ciudad hay tiendas que venden todo tipo de artículos. Bebidas, por ejemplo.

Yo- Bebidas… Bueno, eso no es muy necesario que digamos.

Roberto- De hecho casi nada es necesario amigo mío. Vaya,  yo tampoco estoy defendiendo ningún puesto ni estoy diciendo que la ciudad sea mejor. Pero en este caso como usted pregunta, pos’ yo nada más trato de responder a esas preguntas. Si no me pongo del otro lado, cómo formar una discusión.

Yo- Sí, claro, eso me parece bien. Pero bueno, a eso voy. Dígame, ¿cuál es el valor de esas cosas?

Roberto- Bien, el valor de esas cosas se supone que es el de facilitar ciertas actividades. Esencialmente yo lo veo así. Por ejemplo a mí me gusta trabajar y hacer chácharas. Cuando tengo tiempo me gusta andar experimentando. La facilidad de obtener las herramientas necesarias para ello es mucho mayor. Y para qué sirven, bueno en mi caso para satisfacer  una curiosidad. Lo cual al menos para mí, es suficiente.

Yo- Bueno, si estuvieses en el campo, tomas un camión y te deja en un lugar donde las venden. No hay mayor problema.

Roberto- ¿Y ese lugar donde esta? En una ciudad.

Yo- Por lo demás, a menos que vivas cerca de dicha tienda o que la poseas, en realidad también aquí debes trasladarte o mandar a pedir tales herramientas.

Roberto- De hecho así es.

Yo- Muy bien. Las ciudades o bueno, mejor dicho, las protociudades (si las comparamos con las existentes después de la formación de ciudades estado; que detentaban el poder político) eran formaciones espontáneas con el puro objetivo del intercambio. Claro, "ciudades" digamos efímeras. Básicamente tianguis. Ahora que la permanencia de algunas personas en el sitio donde estas actividades se llevaban a cabo, tampoco me parece nefasto. Aunque tampoco del todo necesario. La creación de un grupo de comerciantes profesionales al menos no lo veo yo como indispensable. Dejemos de lado por qué escogieron tal lugar (si me lo preguntas yo pensaría que debido a un culto religioso, pero bueno, eso lleva a otras cosas: cuando un culto religioso se institucionaliza también se forman jerarquías de poder, pero, atención, religión no es sinónimo de institución, al menos no originalmente).

Roberto- Sí, claro.

Yo- No he dicho que las ciudades sean tampoco “malignas”. En lo que quisiera poner la atención es que se consideran al mismo tiempo el imán económico y el centro político de donde salen las leyes. Con eso, evidentemente se da la formación de élites políticas que tarde o temprano se sienten superiores a los otros.

Roberto- Mmm, bueno, eso sí es más extenso.

Yo- Bueno, eso es antropología... No viene al caso porque nos meteríamos a muchas cosas. Aunque veamos por dónde sigue la plática.

Roberto- Bueno, sigamos. Con la aglomeración de gente en un solo lugar —gente que aporta dinero y demás chingaderas— se hacen las mafias del poder. Evidentemente mientras más personas haya, más poderosos es quien las controla.

Yo- A lo que voy y sigo con las preguntas originales. Bien, en las ciudades hay más acumulación de poder, ¿por qué? ¿Cómo obtienen ese poder?

Roberto- Por el dinero.

Yo- Muy bien, ¿por qué es valioso el dinero? Es decir, ¿qué tiene o qué hace?

Roberto- El ser humano lo impuso como una herramienta que facilitaría el intercambio de cosas. Es una especie de vale.

Yo- Que tiene valor porque creemos que lo tiene. Y nada más.

Roberto- Simón. Aunque, bueno, no todos tienen ese sistema de intercambio.

Yo- De hecho, si a eso vamos, es curioso: sólo tiene sentido en una civilización con ciudades y con un sistema político más o menos complejo. Una especie, si quieres “primitiva”, de orden coercitivo (policías y Estado). Porque sin un al menos ensayo de Estado ni policía no hay quien te garantice que por un papel o lo que sea que se use como moneda te van a dar tal cosa.

Roberto- Es correcto.

Yo- ¿Por qué vale el dinero? Pues antiguamente el Estado te garantizaba que si querías te podía cambiar esas piezas en realidad sin valor por oro (digamos) que mantenía en sus reservas. Eso lo hacían desde los babilonios. Es una especie de vale que el Estado garantiza tiene valor. Pero si a eso le sigo, ¿por qué es valioso el oro?

Roberto: Porque es deseado. No sirve para nada, solo que es un elemento escaso. Tan sólo encontrarlo significaba un triunfo prácticamente, ese triunfo está valorado. Pero en sí, no tiene nada que le de valor. Vaya hay elementos más escasos, aunque en general, no siempre, sí son más caros que el oro. Al parecer el valor radica en la escasez y las cosas específicas que se puedan hacer con ellas que le den un valor agregado.

Yo- Curiosamente a las culturas prehispánicas aunque usaban el oro, lo que les parecía más valioso era el jade. Y las plumas. También a los chinos, por cierto.

Roberto- Simón, aunque las plumas tambien son escasas y además, bueno, a mi me parecen muy bonitas.

Yo- Sí, claro. Bueno, el valor ahí era religioso. Y en efecto, estético. Claro que lo estético y lo sagrado siempre han estado ligados inevitablemente. De hecho se supone el oro es muy hermoso. A mí no me gusta mucho, pero sí, es brillosito. Aunque hay otras cosas más bonitas a mi gusto. El agua es muy bella, el rocío; el agua al interior de una fruta... Pero bueno, dejemos mis gustos.

Roberto-  Podrían ser muy valiosos pues son muy bellos. Si fuesen escasos se cotizarían alto. Digamos que en algún futuro el agua puede ser algo muy pero muy valioso; claro, el agua dulce que se pueda beber.

Yo- Bueno, veamos entonces. Las cosas son valiosas por ser escasas (y por tener alguna utilidad; aunque eso varía de cultura a cultura, como sabe). Pero lo importante no es que sean escasas, sino que lo sean… ¿y que estén ahí, simplemente?

Roberto- No. No sólo que sean escasas, sino que lo sean y las poseamos.

Yo- Parece que lo importante para la sociedad occidental (y muchas culturas también coinciden) es tener más cosas. Poseer cosas. ¿Para qué poseerlas? Porque los demás no pueden.

Roberto: Correcto, sí. Eso es algo muy notorio. El hecho de acumular cosas es lo importante.

Yo- Ahora, eso es el quid del asunto. ¿Por qué es importante tener más cosas? ¿Por qué es importante poseer?

Roberto- No lo sé. Supongo que porque genera el sentimiento de poder. De estar por encima de los demás. El hecho de poseer más cosas te da la idea de (suena estupido) valer más que otro.

Yo- Así es. Esa es la idea occidental (y de otras civilizaciones, claro; no es que las otras sean perfectas; ninguna lo es, si es que existe tal cosa). Pero sólo occidente ha basado toda su idea del mundo en eso; porque aunque tal pulsión está presente en todas o casi todas, valoraban, o valoran en algún caso, también otras cosas: lo sagrado para los medievales o los hindúes; las relaciones de parentesco en algunos pueblos africanos…

Roberto: Sí, pero y como es que esta idea se ha globalizado. Que esta escala de valores es la dominante. Podríamos decir que es porque es la natural o al menos que en cualquier lugar deben de respetarla (no lo digo, pero podríamos pensarlo, ¿no?).

Yo- Antes de responder a eso: la idea occidental es esa; valemos porque poseemos (una idea muy masculina, por cierto; aunque las mujeres en nuestra civilización por obvias razones son muy masculinas).

Roberto- Esa parte la entiendo, la de lo masculino y la posesión.

Yo- Ahora, ¿por qué se extiende y parece la única visión válida? Eso sólo puedo teorizar.

Roberto- Se me ocurre: porque es depredadora.

Yo- En efecto. Veamos: por la cantidad de seres humanos. Nunca antes ninguna civilización pudo evangelizar a tal ritmo. Es depredadora y además es evangélica (quiere que los otros pueblos se conviertan y si no lo hacen los pretende destruir). A los hindúes, por ejemplo, les valía si los otros se convertían o no. Los romanos o griegos se creían superiores, pero en realidad no hacían nada por cambiar las ideas de los demás. Pues la verdad se consideraba relativa y plural.

Roberto- Sip, esa es la parte importante, el problema aquí es  que para evangelizar necesitas poder. Ese poder es otorgado por el numero de creyentes, y vaya que son muchísimos.

Yo- Así es, son muchos. Tiene que ver también la técnica. En occidente la ciencia se puso al servicio de la política porque para occidente conocer es el principio de dominar. Para otros no es así. Conocer es celebrar a Dios, por ejemplo para los musulmanes. Claro, usan la técnica, pero hay digamos reglas internas. Por ejemplo, los pueblos prehispánicos podían aun con lo que nos parece una limitada técnica acabar con buena parte de los ecosistemas. No lo hicieron porque no era esa su idea de mundo. No querían dominarlo. Y tan era posible que ahí está la Isla de Pascua. El abandono de varias civilizaciones. La caída de la teocracia maya y su dominación.

Roberto- Es verdad, aunque parece que estuvieses contra la técnica y la ciencia. O que dijeses que otras civilizaciones dan una serie de reglas que limitan los impulsos depredadores. Pero tus ejemplos muestran que tal cosa es falsa. Otras civilizaciones también han llegado a nuestro punto.

Yo- En efecto, por eso dije que no hay civilizaciones perfectas. Esa es una idea noble, pero falsa. Pero bueno, tampoco estoy en contra ni de la técnica ni de la ciencia. En todo caso cuestiono esto. ¿Por qué es deseable depredar a la naturaleza? ¿Por qué buscar técnicas en ese sentido? Para nosotros es natural porque nuestra idea de bienestar es dominar y poseer. Y esa es la pregunta que yo haría. ¿Por qué?, es decir, no quiero que me respondan (no tú; es la cuestión que quiero saber: que las personas se lo pregunten en verdad) que porque sí. ¿Qué les da poseer cosas? Se van a morir de todas maneras; no van a disfrutar de otros aspectos de la vida ,más vívidos, por la búsqueda de un valor artificial. ¿Entonces cuál es el valor? En la comunidad les decía que no es que esté mal tener cosas. Claro que no. Pero no es tampoco el objetivo de la vida. Si es que esta tiene un objetivo además de bailar el mambo. Y eso quitando otra cuestión: esas mismas cosas que conocemos nos afectan; nos construyen. Más que en verdad poseerlas; es una especie de diálogo. "Uso" la tierra y ella misma me posee; me hace. "Poseo" a un ser amado pero ese mismo ser me posee. Bueno, ya me extendí. Siempre regreso un poco a mis obsesiones.

Roberto- Ja. Lo bueno, es que ahora no se puso a dar nombres. Bueno, acabemos esta plática porque es tiempo de comer. Y de bailar mambo, como usted dice.

Yo- ¿Cuál pondremos hoy?, ¿el “Mambo del Politécnico”?

Roberto- Mejor “mambo Lupita”.



Chismearon Yo mero y Roberto Montejano

Sobre la forma en la literatura  César A. Cajero Podemos definir en este momento y provisionalmente a la literatura como aquella...