Cien
años
5
de febrero de 1916/ 5 de febrero de 2016
El
pasado viernes se celebró en diversos puntos de México el aniversario 99 de la
Constitución de 1917. El 5 de febrero, tras dos meses de iniciado el Congreso
constituyente y cinco días después de concluido, se promulgó el documento que
debía terminar con la lucha armada iniciada siete años antes.
A
pesar del carácter social que los constituyentes imprimieron a la nueva Carta
magna, sus palabras se quedaron en poco. Zapata fue asesinado unos cuantos años
después lo mismo que, por motivos poco claros Francisco Villa; sus enemigos
militares e ideológicos Obregón y Carranza también fueron víctimas de esa época
de violencia y caos.
Exactamente
un año antes, en Zurich, Suiza, a mitad de la Gran guerra, y apenas unos días
antes de que empezase la Batalla de Verdún, abría sus puertas un Cabaret que
iniciaba otra revolución, sin armas, y que dejó atrás el idilio que por algunos
años tuvieron los artistas modernos con el mundo de las máquinas.
La
primera vez que oí hablar de Dadá y de —como decía Cortázar— aquella Sara que
había llegado desde Rumania a Suiza y de ahí a París, y que decía cosas
sibilinas y maravillosas, fue en la secundaria. Para mí, que no conocía la o ni
siquiera por lo redondo y para quien la poesía se reducía a las veladas en que
un tío leía, emocionado, “El brindis del bohemio” entre el sueño y la
borrachera, aquel descubrimiento significó un tesoro como hasta entonces nunca
había hallado.
A
despecho de lo que se ha escrito en manuales escolares, no creo que aquello que
trajeron las vanguardias haya sido completamente distinto a lo que latía
en el espíritu artístico desde el surgimiento del mundo moderno. A partir del
romanticismo, el arte se reveló (y se rebeló) como una forma de vivir y de
pensar si no siempre manifiestamente opuesta, sí distinta de la pregonada
por la sociedad nacida del Siglo de las luces. A una moral burguesa se le
presentó la creencia en el deseo; a un universo vacío se le llenó con la
poesía y la imaginación; a un mundo solemne y reglamentado se le respondió con
la risa y la tragedia.
Así,
aunque los futuristas precedieron a las demás vanguardias en las maneras de dar
a conocer sus propuestas; en el cruce de géneros y la forma provocadora de sus
acciones, sus ideas eran una idealización romántica del mundo moderno. Las sátiras
del futurismo no iban encaminadas a la ideología moderna, de la que se veían
como aliados, sino precisamente a quienes habían cuestionado la validez del
mundo moderno como visión integral del hombre y del mundo: los artistas y sus obras. Su
antirromanticismo era una idealización romántica y su repudio de la moral
burguesa seguía las mismas ideas, burguesas, del positivismo: las de un
universo mecánico con el hombre como dador de sentido.
El
dadaísmo, nacido mientras la Primera guerra mundial mostraba a dónde llevaban
los sueños mesiánicos de las ideologías modernas, retomó la crítica romántica
al mundo moderno y, en una época de crímenes y violencia sin parangón, respondió
de una manera igual de feroz.
Los
actos dadaístas no eran, como los performances que hoy se hacen a su imagen, el
vehículo de una crítica conceptual o una ruptura estética. Fueron un ataque a
un orden, a una idea de orden, que se presentaba como la única y que había
mostrado ser tan salvaje y violenta como ninguna otra. Su ataque a la
racionalidad burguesa no fue tanto un ataque a la inteligencia, sino a la
racionalización de un universo que se niega a ser constreñido a los límites
estrechos de la razón ilustrada. Precisamente lo contrario a los artistas “conceptuales”
de hoy día, quienes exigen que el arte sea racionalizado: cuyo arte exige ser
racionalizado, pues no tiene otro sustento que la gris palabrería.
A
diferencia del futurismo y de lo que puede entenderse de su rechazo a la
ideología, dadá tampoco cayó en la solemnidad que muchos confunden con arte. En
un mundo como en el que ahora vivimos, en el cual los artistas “subversivos” son
capaces de tomarse con tal seriedad que hacen de sus obras apenas un pretexto
para mostrar por qué sus vidas son admirables, la carcajada de dadá y su
crítica nos puede parecer extraña. No es que dadá censurase al arte:
señaló que el arte no es sólo un fenómeno estético como había sido conceptualizado
desde el nacimiento del mundo moderno. El arte reclama lo sagrado, dirían
posteriormente los surrealistas; el arte no lo es si no es al mismo tiempo
re-presentación: presencia y vida. No restringida a una anécdota ni a un solo hombre:
inclasificable. En ella caben tanto la risa como la tragedia; tanto el horror
como la carcajada.
Algunos
han hablado de que el arte de nuestros días tiene ascendiente en aquel
movimiento que fue dadá. Ven los performances como una puesta al día de las
salvajes representaciones en el Cabaret Voltaire; las exposiciones conceptuales, de los actos de Arp y Janco. Los parecidos son epidérmicos, aunque es en lo epidérmico, en la imagen, que puede decirse que existe un antecedente. ¿Es Duchamp el iniciador del arte conceptual? Lo es si él fue quien hizo que el burgués fuese incapaz de sonreír; le abrió su billetera y lo hizo comprar aquello que estuviese justificado por la imagen, el "buen gusto" y las palabras que explican que una obra sea admirable.
Lo
que en su momento fue un movimiento que buscaba destruir la solemnidad de los
museos, al cabo de los años se convirtió en parte de la maquinaria del arte.
Para el mundo actual, donde el arte se ha convertido en mercancía (donde la mercancía
se vende por su cualidad estética), nuevamente se ha integrado a la sociedad como una
pieza más de la maquinaria ya no ideológica, sino mercadológica. La estética como
una parte de la economía.
Así,
la ruptura se ha convertido en moda. Y, ya sea amparado por la palabrería
conceptual o por el valor monetario de unas emociones asépticas y vendibles
como novedad estética, es todo lo opuesto a lo que significó dadá. Lo que
empezó como una carcajada —escudo y arma; ingenuidad y sátira feroz— hoy se
presenta como lucro, ganancia y fama entre los iniciados en la Iglesia del arte
y sus monsergas morales.
La
Constitución mexicana quiso imponer un nuevo orden; el nuevo orden que produjo
se solazó con la misma violencia, pero convertida en institución, a despecho de
aquello que se había pretendido. En 1916, en Zurich, reinició la gran aventura
del arte moderno; a cien años, junto con el mundo moderno, su consecuencia es,
de nuevo, un sistema que ha presentado una verdad monolítica. En aquellos años
era el nacionalismo, el imperialismo de una idea o una civilización: la
ideología; hoy reemplazada por la verdad de un mercado que es incapaz de reír o
sufrir si no hay dinero en ello. No la idea: la imagen de una idea; el
simulacro de la belleza tras el dólar.
Hoy,
“Que grite cada hombre: hay un gran trabajo destructivo, negativo, por cumplir.”
César Alain Cajero Sánchez
El llamado mundo del arte tiene algo irónico y hasta cruel. No eres artista hasta que alguien.en el.medio te reconoce como tal.
ResponderEliminarArtistas que presentaron en sus obras una postura crítica ante la estática, política, cultura y hasta una sociedad desigualitaria; esas obras transgresoras que re rechazaron por su brutalidad terminaron rebajadas al ser aplaudidas por su valor estético, por ser algo hermoso. Como le pasó a Duchamp al ver una versión dorada y reluciente de su obra "la fuente".
Totalmente de acuerdo. Es lo malo de basarse en la transgresión tan sólo (lo transgresor en un momento se vuelve lo establecido). Pero si en verdad es arte, el potencial de renovar el mundo se mantiene.
EliminarMe parece muy interesante tu disertación sobre la rebeldía y como hasta la rebeldía se ha domesticado para convertirse en nada, pero hay un detalle muy singular aquí y es que aunque hablas de concepto y de intencionalidad no hay una descripción ni mínima de lo que se presentaba en el Cabaret Voltaire, sólo mencionas que eran "salvajes representaciones", lo cual no clarifica gran cosa.
ResponderEliminarTienes razón. Lo hice así porque esto fue escrito como un artículo celebratorio por el aniversario del Cabaret Voltaire, por lo que digamos que predicaba a conversos. No era un ensayo divulgativo ni un trabajo monográfico en ese sentido.
EliminarDeja pienso si tengo algo en ese sentido o dónde se puede encontrar.