El santo, el loco, el bufón, el artista y el niño
II
Profesional
de la locura, el bufón introduce en el mundo el espejo del pesimismo. Siembra
pequeñas bombas capaces de dinamitar el orden normal.
Como
Siva en su baile, el bufón siembra el desorden para desequilibrar las
certidumbres del mundo. Su universo es la duda constante y el constante
equilibrio en la cuerda floja. Es verdad que la risa del bufón es al mismo
tiempo una crítica moral, pero para ser un verdadero maestro debe ser capaz de
reírse de su misma risa. Es entonces que el caos adquiere otro rostro. La
máscara de la risa es la muerte y ese supremo sinsentido dice el bufón es la
verdad de la vida y del mundo. La única verdad de la existencia es la risa del
idiota porque sólo de esa risa es posible crear nuevos universos.
Como
Siva en su baile, el bufón destruye al mundo anterior para permitir el germen
de uno nuevo. Ni inferior ni superior al que le precede: diferente. La risa es,
entonces, la semilla de donde habrá de formarse una nueva sabiduría. La crisis
de los griegos; el Caos es una carcajada.
La
risa es al mismo tiempo inocencia y crítica. Crítica porque empieza al
descubrir el abismo y el sinsentido que aqueja a toda certeza; a toda
convención. En el dogma ya está el absurdo que permite se dude y entonces la
risa entra con sus martillos sonoros. La pedorreta, la mofa; nada destruye
muros como la risa. El bufón busca y rebusca en los rincones de nuestro mundo
el instante delirante; el vidrio roto del edificio de nuestro universo; la lepra
en los muros de la cárcel en que estamos encerrados; la tela invisible en el
traje del emperador que nadie se atreve a poner en duda. Además, lo dice. Su
denuncia es la más eficaz de todas porque derriba toda la respetabilidad en la
que se sustentan los cimientos de la sociedad y del orden.
Si
los imperios se sustentan en la posesión de una verdad, ésa verdad lo es porque
no sabe reír. Es una piedra sobre la cual construir; la risa le está vedada
porque la risa dice que en este mundo nada vale tanto como la vida y que morir
por algo que no sea ella es dar el precio más alto a lo inexistente. La muerte
es la otra cara de la risa porque crítica a la vida misma y la descubre como la
confusión entre lo alto y lo bajo, lo oscuro y lo brillante, lo estúpido y lo
sabio; entre la vida y la muerte. La carcajada es una seriedad que no se toma
en serio. Es el sabio que sabe jugar porque ha criticado al mismo vacío y lo ha
enfrentado.
Al
mismo tiempo el bufón, vestido de la negra melancolía, de la fúnebre apariencia
del enterrador, es inocente. Sólo la voz del niño con sus vestidos blancos
puede reír de lo que otros toman como inamovible.
Siva
que baila mientras destruye mundos es al mismo tiempo el que levanta el polvo
para que Brahma renueve al universo.
La
confusión y el desorden son las palabras del bufón, la gran risa sagrada en el
río; Dioniso confundiendo a las bacantes mientras las hace vivir en constante
primavera a la orilla de los caminos. Sin embargo, de ese lúbrico desorden es
del único lugar de donde puede nacer nuevamente la armonía. El universo vuelto
a nacer de las cenizas que el fuego de la risa ha devastado es siempre el
primero pues se ha liberado de los pesos que agotaban al anterior.
Si
la crítica del bufón es capaz de derrumbar muros no es sino para que esos muros
dejen ver los horizontes que nos impedían conocer.
Hay
semejanzas entre el loco y el bufón. Ambos juegan con el mundo convencional;
ambos han visto el abismo en el que se mecen nuestras certezas. Sin embargo el
loco no ha podido regresar a este lado del espejo. La desesperación se ha
apoderado de él e incapaz de reconstruir la puerta que lo llevó a esas
dimensiones, se ha construido otra habitación que sólo él comprende. Su
fragilidad es la de un mundo que se encierra en sí mismo y que se sabe sólo
ilusión.
El
bufón en cambio es un profesional de la histeria. Santo de cabeza, santo de un
mundo donde la risa se ha convertido en palabra; trae a nuestro insípido
universo un rostro en donde todas las verdades se han derrumbado. Ese es el regalo
que el loco no puede dar y de hecho no concibe como tal. Esa es la locura
sagrada que sólo el bufón entrega entre todos los que ven ese abismo. Una
enfermedad, es verdad, pero una enfermedad que otorga la salud, pues sólo
después de haber aceptado nuestra fragilidad es como podemos olvidar la sangre.
Se
dice que el bufón está en contra de la sociedad porque se burla de ella; que su
actividad es simple destrucción sin motivo. Pues bien, el motivo de la
destrucción es la destrucción misma así como el motivo de la creación descansa
en ella. Cualquier universo tan frágil como para ser incapaz de reírse de sí
mismo no está sino condenado a la aniquilación más triste. Si no comprende la
risa tampoco comprenderá jamás las lágrimas ni la inocencia ni el deseo.
Risa
es deseo; risa es uno de los lenguajes del cuerpo.
Los
brujos y sabios de muchos pueblos nativos de américa se convierten en bufones;
sólo mediante el juego de palabras, de la burla del mundo conocido es posible
hacer que hable el espíritu. Asimismo, las sentencias budistas o hinduistas se
expresan con un lenguaje cómico. Diversos santos incluso dentro de la tradición
cristiana hicieron de la risa un ejemplo de otro mundo.
¿Qué
fue Diógenes sino un gran bufón que se cagaba en el mundo para despertarlo?
Al
mismo tiempo que el bufón es el enterrador y el monstruo que disuelve los
mundos, que arroja sus deshechos sobre todo lo respetado porque sabe que nada
existe, es también el niño que juega. Porque sólo de los niños puede nacer ese
otro mundo y lo primero que debe nacer es la inocencia y la risa.
La
risa del payaso, la crisis que ésta provoca en el mundo, a diferencia del
desequilibrio que causa la razón y la filosofía no busca establecer una verdad.
Toda verdad para el bufón es risible. Todo mundo es motivo de juego y tan
pronto inventa unas reglas, las deshace para crearse otras nuevas. Un verdadero
bufón no es aquel que carece de reglas, sino el que a imagen del niño, crea un
universo para luego cambiar a otro. Es la esencia del juego: la inocencia de
quien destruye para luego crear. Pluralidad es el nombre de Caos. Su nombre es
Legión.
La
risa asusta a los moralistas porque disuelve sus certezas. Pone en evidencia
sus errores; la verdad en occidente es una y la risa es siempre única. Su
nombre es legión porque hay miles de hombres dentro del bufón y el niño.
Hombre, mujer, tigre, pez, árbol y río. A todos encarna y sufre. A todos goza.
Su
risa le permite el salto entre una realidad y otra. En verdad dentro del bufón
están en germen los científicos, los moralistas y los filósofos. También ellos
ponen en crisis al universo conocido. También ellos tienen hambre de más. Pero
mientras la locura del payaso es rigurosa, la de sus hijos está ya mutilada.
Quieren disolver las verdades para imponer otra. Una ciencia de la alegría, una
filosofía del instante; una moralidad de la disolución sería lo que
encontraríamos en el mundo de Pan. Y en el centro, la risa. Dios de todo:
destrucción y regreso; rostro de mil maneras; la risa y el llanto.
El
gran Pan ha muerto. Viva el gran Pan.
César Alain Cajero Sánchez