Uno de Trump(a) y tres
de buche
para llevar a casa
César A. Cajero Sánchez
Había
una vez un señor que creció en Nueva York de ascendientes inmigrantes europeos.
Aprendió a odiar a los norteamericanos negros con los que convivía y a sentirse
cómodo aparentando en el ambiente cristiano conservador en el que fue educado.
Al
crecer, nuestro héroe fue malo en los estudios, pero entró con el pie derecho a
los negocios y por ahí se fue. Como había aprendido desde antes, el declararse cristiano
no impide llevar una vida a favor del dólar y todo lo que en la tierra de la
libertad se puede comprar con él; que es casi todo. Hasta la moralidad.
Así,
en el reino de la apariencia, este señor, ya crecido dio rienda suelta a sus
prejuicios más caricaturescos, convencido de que con el dinero podría maquillar
sus ideas ante el elector común. No se equivocó el buen señor. Sus millones y
sus tintes de cabello junto a un discurso que invita al miedo, al odio y a la
pureza del american way of life convencieron
hasta a quienes podrían tener un poquito en contra del hedonismo cerril del que
es imagen perfecta.
Y
no es que con esa imagen no tenga admiradores. Buena parte de los ciudadanos
del país vecino comparten los gustos palurdos de su ahora representante mayor.
E igual que él, lo combinan con baños de pureza en las reuniones sabatinas o
dominicales ante diosito.
El
señor ha tenido el buen tino de hacer del escándalo y sus declaraciones
sentenciosas (que no en pocas veces son lo mismo) su mejor y único discurso.
Larga la trump(a) de este hombre que ha seducido a nuestro vecinos y al que no
pocos de este lado piden cariño a pesar de que algunas de sus más conocidos
desbarres sea el ir en contra de los migrantes y de los religiosos extremistas
de los que él se siente baluarte.
Junto
a nuestro personaje, otros que se han puesto a su lado carecen de su encanto y
labia, aunque realmente vengan del mismo animal. Cuando al lado del actual
quijote republicano y sus escuderos (que quieren superarlo en singular carrera
a la grande), la familia Bush parece de libertarios e izquierdistas, es que hay
algo podrido en Dinamarca. En los temas básicos: Cuba, migración, terrorismo; impuestos, seguridad social; regulación de
armas o drogas, todos opinan lo mismo, sólo no tienen tanto sabor en sus
escándalos.
Y
es que nuestro héroe tiene ese sabor tan especial en sus discursos,
declaraciones e imagen pública, pero, como la trump(a), el sabor no lo es todo.
Los otros tres también van con todo y con doble tortilla. El buche puede no
tener tanto sazón como la trump(a), pero la carnita de la Cruz tiene quizá más
consistencia.
Así,
pues, lo que más me sorprende de esto no es el éxito de la combinación de
sabores entre buena parte de nuestros vecinos. Mientras veía noticias sobre el
éxito de los de trump(a) y buche, me sorprendió ver discusiones de altura entre
quienes de este lado del (posible) muro nos tocó vivir.
Amigos
del sur o del norte o sabe de dónde hablan de “pinches morenos fracasados”; de “que
todos queremos limpios nuestros países” y demás declaraciones con sabor muy
trump(udo). Todo muy raro, pues México ha sido históricamente un asilo de
perseguidos políticos de todo el mundo (a la vez que reprime a los propios),
desde Líbano hasta Guatemala; de Trotsky a León Felipe.
No
he de negar el racismo y chauvinismo de muchos compatriotas, pero a nivel
público y mucho menos institucional, no me imagino una declaración como la del
héroe del que hoy escribo. Tal vez sea hipocresía o no sé, pero en la práctica
diaria veo más comúnmente la pleitesía acrítica a lo extranjero que su odio. Y
aunque viví mucho tiempo en la frontera sur y conviví con muchos
centroamericanos, nunca vi que nadie los tratase de manera distinta.
Sí,
he escuchado algunos insultos a argentinos, prejuicios contra los peruanos y
demás, pero en contadas ocasiones.
Todavía
me sorprendí más cuando empecé a leer “discusiones” entre habitantes del centro
del país y otros del norte, donde alguno de ellos —he de ser sincero, casi
siempre el del norte— le da la razón a Trump, pero aclara que se debería
referir a los “pinches culeros morenos y chaparros chilangos”. Otras veces
hacían a su insulto abarcar a todo el “sur” del país. Por supuesto, a esto se
responde con otras joyas como “pinches indios, por eso tienen que venir a pedir
trabajo”, entre otras joyas del léxico del centro mexicano. Total, que hasta por cómo
manejan en carretera se peleaban (yo ni sé manejar, así que me vale).
Al
parecer el sabor de los de trump(a) y buche hace furor entre los de casa,
quienes aplauden a quien insulta (y si es extranjero, mejor) a quienes suponen
son sus enemigos jurados.
Un
par de ejemplos de cómo sazonan aquello que se comen (de una vez advierto: sic a todo):
“Esos
chilangos es la razón de que Donald trump no nos quiere.”, de un fan de
aquellos que llevan mucha cebolla desde Monterey.
“Haber pendejete provincia es todos los estados que no pertenecen al DF , estudia en
lugar de hablar de futbol jajajajaja” por su homólogo de la Ciudad de México.
Como
se puede ver, ponerle sabor a los tacos e irse de trump(a) es algo que interesa
en todo nuestro bello país.
Uno
y tres para llevar.
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