Cosas malas que parecen buenas…[1]
Cuando desde algún lado del descontento alguien dijo que votar no
servía de nada, hubo que mostrar su verdadero rostro. Señalar que era (y es y será) un aliado del sistema que nos oprime y
no nos permite evolucionar. Como todos sabemos (aunque a veces se nos olvida),
si no votamos, ese voto va indirectamente o muy directamente a los señores
malos del poder. Anular el voto alimenta al grande, pues en nuestra parodia de
democracia, el grande se come al chico y sólo cuentan los votos emitidos. En
este país el nuestro, o votas o votas. Y la única manera de un verdadero cambio
es si votamos por el bueno.
Cuando desde las montañas del sureste, algún otro dijo que votasen o
no votasen daba lo mismo, que había que organizarse, hubo que quitarle, la
máscara, antifaz o calcetín para mostrar su verdadero rostro. A nadie le queda
duda ya (aunque parezca que sí, no; y si sí, pues nomás no) que esos payasos
nada más se presentan cada que hay elecciones para descreditar a los buenos.
Porque ellos están aliados a los malos malos malotototes. No hay que hacerle
caso a esos que parecen buenos pero son malos. La única manera de un cambio
verdadero es si votamos por el bueno,
bueno.
Cuando desde más al sur vino una señora —que nació indígena, que habla
una lengua indígena, que parece indígena, pero que sin lugar a dudas, no es
indígena (o los traicionó, o se vendió; o vendió la memoria de sus muertos)— a
decir que votásemos, hubo que mostrar ya lo que es y que no era. Porque decir
que alguien vote es decir que vote por los malos. Y ya que los malos son todos,
hasta los que eran buenos; y ya que los que eran buenos buenos, también
resultaron ser de los malos que son (o eran o nunca fueron) buenos; entonces
hay que mentarle la madre a esa señora porque (parece) que se aloja en un buen
hotel y que, como todos sabemos (y si no, aquí estamos para recordarles), decir
que voten es decir que el señor de copete es un mártir de la democracia. Y
decir que voten es obligarnos a votar por los que son buenos-malos. Y la única
manera de un cambio verdadero es si votamos por el bueno, bueno, bueno.
Pero si luego llegan unos señores a quemar las urnas donde se iba a
votar por el bueno, bueno, bueno, pero nunca por el bueno ni por el bueno, bueno (y cuantimenos por el malo bueno), entonces ellos no están
obligando a nadie a no votar porque si lo vemos bien, cuando los meros buenos
no dejan votar, no están ejerciendo fuerza ni coacción ni ninguna de esas
palabras, sino que sólo externan el parecer popular. O sea que la única manera
de lograr un cambio verdadero es si dejamos que los buenos, buenos, buenos, los
meros buenos, decidan que no votemos o votemos o lo que sea, siempre que sea
por un sentimiento bien popular (que nunca entenderemos porque no somos pueblo
popular). Así o hasta que esto diga FIN y ahora sí el pueblo entienda lo que le
conviene.
O así. O al revés. O como sea.
[1]Para
leerse con la inmortal melodía (que en mis rumbos reviven cada domingo de
tianguis) de: https://www.youtube.com/watch?v=GWXY7GdlL6U